Los toros en el mundo

Con la mano en el corazón, lo peor de acabar con las corridas de toros no es que desaparezca el toro de lidia, como argumentan los taurófilos, sino que también sería el fin del pasodoble. Y, sin toros, hay futuro; pero sin pasodobles ya nada sería lo mismo. Antes, la gente bailaba pasodobles en las bodas y en las verbenas. Para bailar un pasodoble no era necesario saber bailar, bastaba con no pisarle los pies a quien tenías delante. Nada más moderno, en la práctica, que el pasodoble, pues no había prejuicios de género para formar parejas de baile. Salían a bailar juntos y juntas quienes se animaban y querían divertirse. Mucho debe nuestro cine al pasodoble. Una de las mejores películas españolas de todos los tiempos, El Sur, de Víctor Erice, contiene una estremecedora escena donde un padre y una hija bailan el pasodoble En "Er" mundo, interpretado con acordeón. El resto de los actores de esa escena dan palmas y dicen ole al compás, sentados a la mesa. Así, comprendemos que dar palmas y comer es lo mejor que los españoles hemos venido a hacer en el mundo. Pero, igual que mucha gente está en contra de las corridas de toros, hay rockeros que odian los pasodobles, como cantaban los Ilegales. Antiguamente, el toreo interactuaba con el resto de la cultura, y hasta salía en las cajas de cerillas. Pero, hoy, es una burbuja que ya no atrae ni a los turistas. Los guiris prefieren los festivales de música. Lo mejor de los toros nunca más va a volver a suceder, ya que desaparecieron sus artífices. No me refiero a las leyendas del toreo, sino a los poemas de García Lorca y a las crónicas taurinas de Joaquín Vidal. Suprimir el premio nacional de Tauromaquia nos recuerda que la larga lucha de la humanidad por la abolición de la pena de muerte va muy en serio, y es para todos y todas en el mundo.