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Cine y TV

Las críticas de 'La Script'. Un viaje desde la posguerra hasta la crisis

'La voz dormida'. Las buenas intenciones no bastan

El director Benito Zambrano ('Solas', 'Habana Blues') defiende la necesidad de volver a contar los horrores que sufrieron los represaliados del régimen de Franco. En el festival de San Sebastián se preguntaba: “¿Por qué haya otras películas sobre la posguerra vamos a dejar de hablar de ella? Aunque sepamos que hay fosas comunes sin abrir, ¿vamos a dejarlas tapadas?”. Por supuesto que no. La ficción, como decía Jorge Semprún, es la única manera de mantener viva la Historia y hacerla llegar a las nuevas generaciones.

Sin embargo, 'La Voz Dormida' –basada en la novela de Dulce Chacón- es una película fallida por la rigidez acartonada de sus personajes. El ejército de fascistas malvados –monjas, carceleras y militares- y la retahíla de republicanos nobles –presas, maquis y viudas desconsoladas- resulta impostado. Sólo María León, en su tierno e inocente papel de cría llegada del pueblo para velar por la suerte de su hermana encarcelada (Inma Cuesta), aporta humanidad y verosimilitud al drama.

María León, que ganó merecidamente la Concha de Plata en San Sebastián, debuta como protagonista con un personaje que se pasea triunfal por la cuerda floja. Su tierna Pepita, con acento andaluz y ojazos asustados, podría caer en el folclore cañí, y sin embargo, consigue transmitir la angustia y la injusticia que se vivió en la España de los años 40 sin recurrir a las arengas políticas que momifican al resto de los actores.

'Margin Call'. En el abismo de la crisis pero sin perder los modales

A veces tiene que llegar un novato para clavar un tema. Ese es el caso de 'Margin Call', una seca recreación del cataclismo que vivió Lehman Brothers. El director y guionista J.C. Chandor narra en su ópera prima las 24 horas en las que transcurre el hundimiento de un transatlántico financiero y la frialdad con la que sus tiburones dan las últimas dentelladas al cadáver. Sin despeinarse.

Los veteranos Kevin Spacey, Paul Bettany, Jeremy Irons y Stanley Tucci interpretan al grupo de ejecutivos perfectamente conscientes del robo que perpetraron durante años y afrontan con gélida compostura el final del festín. El guión avanza con emoción y sin tregua. Salvar el pellejo (y los millones) es el único objetivo de estos encorbatados, que miran a la gente de la calle como si fueran insectos.

Magnífica en su sobriedad hasta que sucumbe ante la inevitable dosis de moraleja que, casi siempre, acaba asomando en el cine americano.

'Tentación en Manhattan'. La oligofrenia irreversible de SJP

Sarah Jessica Parker se adentra en el mundo de las madres trabajadoras y se hace un collar con una ristra de tópicos con el que dan ganas de ahorcarse. La actriz de 'Sexo en Nueva York' interpreta a una ejecutiva que sufre un atroz complejo de culpa por no tener tiempo para hacer una tarta para su hija. Este es el punto de partida de una película que pretende sintonizar con la complicada vida de millones de mujeres que escriben un informe con una mano y ponen el termómetro a un bebé con la otra. Todo es ridículo en 'Tentación en Manhattan', empezando por el título -que en versión original es 'I don´t know how se does it' (No sé cómo lo hace)- y que han relacionado con la serie de televisión para ver si el encanto que tuvo en su día SJP puede atraer a algún espectador nostálgico y despistado.

La caricatura de la madre desbordada por las reuniones, los piojos que le pegan sus hijos y la competencia con las otras madres que sí hacen tartas a sus retoños, es sencillamente insoportable. Apesta el tufo conservador, retrogrado y antiabortista del argumento. La tentación del título es Pierce Brosnan. que aparece como un galante financiero que se enamora de los tics histéricos de Parker, quien se limita a rascarse la cabeza y despeinarse para demostrar que sufre. Está basado en el comic satírico de Allison Pearson, aunque uno se acuerda de Sarah Palin y sus amigos del Tea Party cuando ve este engendro.

'De mayor quiero ser soldado'. Obviedad y didactismo en estado puro

Todo surgió de una noticia que dejó de piedra al director Christian Molina: un niño de hoy en día cuando cumpla 18 años puede haber visto en la tele 40.000 asesinatos. La vomitona de imágenes violentas que reciben los menores hace que se insensibilicen ante el dolor ajeno, sin que los adultos sean conscientes de ello.

'De mayor quiero ser soldado' simplifica el mensaje crítico a través de la historia de un niño (Fergus Riordan), que deja de ser el centro de la atención de sus padres por el nacimiento de sus hermanos gemelos y se obsesiona con la violencia que ve en la televisión. De la noche a la mañana se convierte en un matón neonazi de 10 años ante la pasividad de sus progenitores. Otra vez volvemos al cine comprometido, didáctico y regañón.

Con guión y estilo de serie B, Molina ha conseguido incluir en el reparto a Robert Englund, Danny Glover y Valeria Marini. Cada cual en un personaje más delirante: Irónicamente, Englund (Freddy Krueger) es un psicólogo que da abronca a los padres por el comportamiento del crío, Glover es el bondadoso y pesado director del colegio, y Marini interpreta a una profesora recauchutada que sufre las rabietas del pequeño nazi.

Obvia y plana, 'De mayor quiero ser soldado' se convierte en un producto de consumo escolar, pero nunca en una película adulta, sutil e inteligente.

'Paranormal Activity 3'. Entre sustos y bostezos

Hace cuatro años un programador de vídeo llamado Oren Peli se sacó de la manga una inquietante película sobre una pareja que se grababa mientras dormía. Con cuatro duros, Peli nos puso los pelos de punta, y de paso se forró. Enhorabuena, chaval.

Su acierto ha estado en vender la idea y desvincularse de las secuelas. La tercera entrega es una sucesión de sustos y bajones. El protagonista es un triste montador de vídeos de boda que graba a su hijastra y a su amiguito imaginario, que ya se pueden imaginar quién es. Todo es previsible, rutinario y cutre. Es ideal para dormitar y despertarse sólo con los sobresaltos de rigor. Nada más que añadir. Podemos borrarla de nuestra mente sin el menor remordimiento.

'La cosa'. Nos sobran los motivos

En el año 1982, John Carpenter alentó una película de terror que ponía los pelos de punta. En 'La Cosa', un ser extraño se infiltraba en una base de la Antártida y causaba el pánico entre los inquilinos porque podía adquirir la forma de cualquiera de ellos. En 2011, el novel Matthijs van Heijningen Jr. -novel en cine, porque lleva trabajando mucho tiempo en publicidad- se anima a dirigir la 'precuela' de aquella cinta. Es decir, se anima a contarnos de dónde viene 'La Cosa'. Y sin embargo, pásmense, no nos lo cuenta. El holandés se limita a reproducir una situación similar a la del 82, rodada en 2011, pero eso sí... mostrando que el bicho ha llegado en una nave espacial que está atascada en el hielo [lo muestra en el minuto 5, no revelamos nada]. Y punto. A partir de ahí, el clásico esquema de 'La Ratonera': Paraje aislado, pocos personajes, la sospecha entre ellos.

Los más fans del cine de sustos van a disfrutar, quizá, con la primera media hora. Una vez que los protagonistas son conscientes de lo que pasa [gente como Joel Edgerton debía preguntarse qué hacía en aquel rodaje], todo se reduce a huir de un 'bicho' que hoy ya no se cree nadie. ¿Por qué siempre nos empeñamos en componer los monstruos más terroríficos como si fueran estómagos o intestinos gigantes? ¿Tanto miedo nos dan nuestras propias entrañas?

 
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