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Los Pícaros del Siglo de Oro

Los siglos XVI y XVII aunaron a una gran generación de escritores. En sus obras plasmaron el vivo reflejo de la sociedad de la época. Un mundo decadente en el que había grandes contrastes y la picaresca y los crímenes estaban a la orden del día.

El mundo del crimen estaba extendido incluso en las altas esferas de la sociedad. Matar era fácil y no implicaba en muchas ocasiones mayor castigo. NO es que en España hubiera más pícaros que en otros países. En todos los lugares los había, pero aquí resaltaron más por su implantación en el género literario.

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Un fiel ejemplo de lo que digo lo encontramos en un asesinato de Estado vivido en Madrid en 1578. Antonio Pérez, secretario de Felipe II, quería deshacerse de Juan de Escobedo, secretario de don Juan de Austria, hermanastro del rey. Para ello pergeñó un complicado plan. Quiso utilizar venenos, "arte" que junto con la magia, era una de las especialidades de Antonio Pérez.

El envenenamiento del secretario

El primer intento de envenenamiento de Escobedo se produjo cuando fue invitado por el propio Pérez para cenar en su casa. A lo largo de la velada los servidores procuraron que la copa de Escobedo siempre estuviera llena del mejor vino. Un tal Enríquez la servía y en el camino otro Martínez vertía la dosis de veneno. Fueron dos las veces que se le dio a beber a Escobedo la famosa "agua mortífera".

Pero ese primer intento no tuvo efecto ninguno. Juan de Escobedo volvió a su casa tal y como había ido a la cena de Antonio Pérez.

A los cuatro días, Escobedo fue invitado de nuevo por Pérez. En el postre servido al secretario de don Juan, una escudilla de nata, se le añadió una solución de solimán o arsénico. Para que no hubiera fallo alguno, a la copa de vino también se le añadió la misma "agua mortífera" utilizada la vez anterior.

En esta ocasión el veneno hizo efecto y poco antes de acabar la cena, Escobedo comenzó a sentirse mal. Pero nada más. Escobedo permaneció unos días en casa de Antonio Pérez recuperándose

Hubo que esperar a un tercero. Para ello Antonio Pérez se las ingenió para introducir en casa de Escobedo un marmitón. Allí dejaron en la comida un dedal de solimán, suficiente para acabar con el secretario, convaleciente todavía de la intentona anterior. Al empeorar la situación de Escobedo se llamó de nuevo a un médico, quien en esta ocasión detectó el origen del mal en un envenenamiento, e Inmediatamente se sospechó de la sirviente morisca que le atendió en la comida.

A cuchillo

Antonio Pérez debió de emplear un sistema más expeditivo. El cuchillo. Los facinerosos contratados a tal efecto estuvieron buscando durante varios días la oportunidad para realizar el ataque. Ésta no se dio hasta la noche del 31 de marzo de 1578, Lunes de Pascua. Los seis hombres se dirigieron a las puertas de la antigua iglesia de Santa María de la Almudena, en Madrid. El grupo de asesinos atacó al séquito que acompañaba a Escobedo. Aprovechando el revuelo, uno de ellos clavó su arma en el cuerpo del secretario de don Juan de Austria no dejándole tiempo a éste ni a decir "Amén".

 
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