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Adiós a la sirena del cine musical

Esta semana se nos ha ido Esther Williams y aunque hace tiempo ya le dedicamos un capítulo especial en nuestro programa, hemos querido volver a recordar su figura y trayectoria a modo de homenaje. Esther Williams fue la única estrella de la historia que por si misma creó un estilo cinematográfico: el musical acuático. Un subgénero del cine musical del que fue protagonista exclusiva y que, de hecho, desapareció el día en que ella abandonó las pantallas. Su escenario natural era la piscina donde Esther era el centro de fastuosas coreografías acuáticas de las cuales emergía siempre espléndida, como una diosa de las aguas.

Desde muy pequeña se sintió atraída por el agua. Como su familia era muy modesta y no podía inscribirla en un club de natación, su padre le buscó un trabajo en el servicio de toallas de una piscina. A cambio de trabajar podía entrenar allí y en poco tiempo se convirtió en una auténtica campeona. Antes de cumplir los dieciséis ya había ganado tres campeonatos nacionales y batido varios récords. Fue seleccionada como parte del equipo estadounidense que debía acudir a los Juegos Olímpicos de Helsinki de 1940 pero, al estallar la Segunda Guerra Mundial, la cita olímpica fue cancelada y su sueño de ser una gran nadadora quedó frustrado.

O a lo mejor es que el destino le tenía reservado otro papel estelar en la vida. Ese año se celebraba en San Francisco la Feria Mundial Acuática y Esther Williams fue contratada para participar en un espectáculo. En él coincidió con el también nadador olímpico Johnny Weissmuller, muy famoso por entonces gracias a su personaje de Tarzán en las pantallas. Y fue entonces cuando un ejecutivo de la Metro, que había ido a saludarle, se fijó en la chica y propuso al estudio su fichaje.

Antes de ponerla frente a las cámaras la Metro empezó a prepararla con clases de interpretación, baile y canto y la lanzó como pin-up. Su imagen en bañador se hizo célebre en calendarios, anuncios y revistas. En 1942, por fin, la hicieron debutar en el cine en una de las películas de la saga de “Andrés Harvey” que protagonizaba Mickey Rooney. Era un papel minúsculo pero resultaba difícil pasar por alto a aquella belleza en bañador que se lanzaba a la piscina y besaba bajo el agua a Mickey, en la que habría de ser la primera de muchas escenas submarinas de la actriz.

Con su tercera película los ejecutivos decidieron que había llegado el momento de lanzarla como gran estrella. “Escuela de sirenas” fue el primer musical rodado en tecnicolor, una comedia romántica en la que ella interpretaba a una profesora y el cómico Red Skelton a un compositor de canciones. La película fue un éxito apoteósico colocándose como el segundo film más taquillero de la historia de la Metro hasta entonces, tras “Lo que el viento se llevó”. El público se volvió loco con la nueva estrella y fue su compañero de estudio Clark Gable quien la bautizó con su apodo: La sirena de América, así sería conocida a partir de entonces Esther Williams.

En los años siguientes la actriz protagonizaría más de 20 películas, la mayoría de ellas comedias musicales con escenas acuáticas: “La hija de Neptuno”, “La primera sirena”, “Fiesta brava”, “En una isla contigo”… eran películas de evasión que hoy en día resultan bastante bobaliconas, casi siempre en torno a un conflicto amoroso con el galán de turno y en escenarios coloristas.

También participó en algunas películas sin agua como “Llévame al partido” junto a Gene Kelly. Pero lo suyo de verdad era la piscina. Espectaculares ballets acuáticos llenaban sus films. Escenas submarinas, saltos de trampolín o esquí acuático entre fuegos artificiales, luces de colores y cascadas. La Metro no escatimaba presupuesto en crear los escenarios más sugerentes y las coreografías más deslumbrantes. Si Gene Kelly había bailado con Tom y Jerry en “Levando anclas”, Esther nadaría con ellos bajo el agua en “Peligrosa cuando se moja”.

La propia Esther Williams diseñaba muchos de sus ballets. Era un trabajo duro que le obligaba a pasar muchas horas del día ensayando. El público nada sabía de los percances que a veces sufría la estrella. Tímpanos dañados, lesiones, accidentes… o aquella vez que incluso estuvo a punto de morir ahogada durante el rodaje de una escena submarina.

Además, la actriz se esforzaba mucho para ofrecer algo más que sus habilidades acuáticas. Bailaba razonablemente bien y también cantaba. Con su segundo marido, el cantante Ben Gage, grabó incluso algún disco. Pero la parte musical de sus películas solía recaer en sus compañeros de reparto. Van Johnson y Ricardo Montalbán fueron sus parejas más habituales. Una canción que cantaba con este último, Baby it’s cold outside, de la película “La hija de Neptuno”, ganó el Oscar en 1949.

A mediados de los años 50 la actriz se sentía cansada del musical acuático. Abandonó la Metro e intentó, como actriz independiente, hacer otro tipo de películas lejos del agua. Rodó varios títulos pero ninguno tuvo éxito y a comienzos de los 60 decidió abandonar el cine. En esa decisión tuvo mucho que ver el cantante y actor argentino Fernando Lamas con el que se había casado. Según contaba la actriz en su autobiografía fue él quien le convenció para que dejara las pantallas porque en su opinión (bastante machista, por cierto) “con una estrella de cine en la familia era suficiente”. Pero Esther Williams no se resignó a ser un ama de casa sino que se convirtió en una mujer de negocios. Abrió las “Piscinas Esther Williams”, varios restaurantes y creó una empresa de bañadores en la que ella misma diseñaba los modelos.

Dirigió también cursos para enseñar a nadar a los niños por todo Estados Unidos y se convirtió en una de las mayores promotoras de la natación sincronizada. Probablemente este deporte nunca habría llegado a ser tan conocido hoy en día de no ser por Esther Williams y, en reconocimiento a su trabajo, fue la estrella invitada del estadio de natación de Los Ángeles durante los Juegos Olímpicos de 1984, en el estreno de la natación sincronizada como disciplina olímpica.

El jueves pasado nos llegó la noticia del fallecimiento de la actriz. Según explicaron las personas de su entorno murió mientras dormía sin llegar a despertarse. Aunque su salud se había deteriorado bastante en los últimos tiempos, según contaba hace un par de años su último marido, el actor Edward Bell, Esther nadaba un rato todos los días en la piscina de su casa. Y es que el agua siempre fue su elemento natural, el olor a cloro y a sal marina. Por eso para los amantes del cine siempre será recordada como La Sirena de América, una de las estrellas más rutilantes del musical de los años 40 y 50.

En el programa de esta semana charlamos de música y cine con el actor Secun de la Rosa, al que podemos ver ahora mismo en las pantallas en su última película, “La mula”. Secun entró en el cine de forma muy musical ya que en su primer papel destacado le pusieron a cantar. Era la película “El otro lado de la cama”. Y él feliz porque a Secun le encanta la música y admira sobre todo cuando las canciones se meten con gusto e intención en una película.

Vamos a darle una escucha a la banda sonora de “La mejor oferta” la última película del italiano Giuseppe Tornatore, director de “Cinema Paradiso” o “Malena”, que llegará a nuestras pantallas dentro de unas semanas. La película ha sido un gran éxito de público y crítica en Italia y en ella el director cambia radicalmente de estilo ya que se trata de un thriller de suspense rodado en inglés y con un reparto internacional, con actores como Geoffrey Rush o Donald Sutherland. La historia está ambientada en el mundo de los marchantes de arte y las subastas. Como es habitual en la obra de Tornatore la música corre a cargo del gran Ennio Morricone que a sus 84 años es, junto a John Williams, el mayor mito viviente con el que cuenta la música de cine. Morricone ha vuelto a regalarle a su amigo un trabajo excelente, probablemente el mejor que ha firmado en los últimos años el compositor. Una partitura muy dramática que parece penetrar en la psicología atormentada de los personajes con gran presencia de cuerdas y un uso magistral de las voces.

El musical clásico que recordamos esta semana es “Bodas reales”, dirigido  en 1951 por Stanley Donen y protagonizado por Fred Astaire y Jane Powell. La acción transcurre durante los esponsales de la hoy reina de Inglaterra, Isabel II, con Felipe de Edimburgo y Fred Astaire da vida a un artista norteamericano contratado para actuar en uno de los espectáculos que se organizan como motivo de esa ceremonia. La película contiene algunos números verdaderamente antológicos. El baile de los protagonistas en el barco que les lleva hacia Inglaterra, en medio de una tormenta que hace balancearse de un lado al otro el salón. El baile también de Fred Astaire con un perchero en el gimnasio o quizá la escena más conocida de todas, aquella en la que el protagonista baila por las paredes y el techo de una habitación.

Y en nuestro repaso a la programación de TCM nos detenemos en “Primera plana” de Billy Wilder, tercera versión cinematográfica que se hizo de la obra teatral que escribieron Charles MacArthur y Ben Hetch “The Front Page”, y que Howard Hawks llevó también al cine en “Luna Nueva”. Para esta versión Wilder recurrió a dos de sus actores fetiche, Jack Lemmon y Walter Matthau que dan vida, respectivamente, a ese periodista que quiere abandonar la profesión para casarse y a su manipulador director del periódico.

Como os decimos siempre, si queréis ponerle sonido a todas estas imágenes e historias la cita con “Notas de cine” es en la madrugada del sábado al domingo de 5 a 6 y, a partir del lunes, encontraréis el audio del programa en las webs de cadenaser.com y canaltcm.com 

Antonio Martínez

Antonio Martínez

Lleva más de 30 años en la SER hablando de cine y de música. Primero en 'El cine de Lo que yo te diga',...

 
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