La revolución rusa de Willy y Bautista
En estas semanas de perfil medio-bajo en la ATP se agradece mucho ver a los jugadores de segunda línea, a esos que en los Masters apenas tenemos tiempo para ver porque quedan emparejados con rivales temibles. Dos de ellos son Guillermo García y Roberto Bautista, dos chicos que habitúan a buscar sus momentos de gloria en torneos 250, periféricos, y dándoles igual la superficie que se trabaje.
El caso de Roberto Bautista es especial. Jugador aún joven y en constante crecimiento, esta temporada estaba llamada a ser la de su explosión. Tras un gran inicio de temporada, con final incluida en Chennai, las lesiones castigaron al castellonense sin respiro, tanto que le impidieron viajar a Canadá para jugar con España en la Davis, cuando tenía todos los números.
Guillermo García es lo que se dice un profesional de esto. Grand Slams, Masters, Challengers, el caso es jugar y sumar. Y dar sustos. La temporada del albaceteño tiene paralelismos con la de Bautista. En primavera, después de un inicio discreto del curso, una apendicitis aguda le obligo a parar. Desde ahí su autoestima creció y mezcló buenos Challenger con la final de Bucarest, que por cierto jugó con fiebre.
Desde que en 1995 arrancara el torneo de San Petersburgo, solo un español ha jugado la final allí, fue Fernando Verdasco en 2007. Un torneo tradicionalmente de dominio eslavo presentaba este año un cartel apetecible. Tipsarevic y Youzhny aparecían como principales favoritos hasta que nuestros dos protagonistas se cruzaron en sus caminos. Bautista pudo con el serbio y Guillermo expulsó al ídolo local.
Para más inri y escozor de la organización, Bautista ha eliminado este jueves a Donskoy, penúltima esperanza nativa, que deja sólo a Tursunov en el difícil reto de retener el ‘Hermitage’ tenístico en la madre Rusia. Willy y Bautista, Bautista y Willy, lucharán desde este viernes por un imposible, ganar donde nunca ha ganado un tenista español.
