Hoy, Isaías Lafuente plantea en «La Ventana» como tema polémico de la jornada el acto de exaltación franquista realizado en Quijorna y las disculpas condicionadas de su alcaldesa Mercedes García, la alcaldesa de Quijorna, en Madrid, cedió un colegio público para una exposición que se convirtió en mercadillo de fetiches fascistas. Primero dijo que ella «no vio nada raro», por si colaba, y cuando la rareza se difundió pidió unas disculpas llenas de condicionales: si hubiéramos sabido que iba a ofender, si hubiéramos previsto el eco mediático... dando a entender que, sin ofensa o sin difusión, la venta de aguiluchos en un patio de colegio es la cosa más normal. La alcaldesa no inaugura el género. Ante el error, los políticos reaccionan con una gradación de excusas que pasa por el «no dije ni hice», «se me interpretó mal», «todo es una campaña», «no se podrá demostrar», «todo es mentira», «todo es mentira salvo alguna cosa». En el mejor de los casos llegará el «bueno es verdad, pero todo el mundo lo hace». ¿Tan difícil es reconocer el error? Alguno lo ensayó: «Lo siento mucho, me he equivocado, no lo volveré a hacer más». En doce palabras y siete segundos confesión, disculpas y propósito de enmienda. Sin efectos secundarios. Lo de la cadera es por otra cosa.