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300, el origen de un imperio. Sangre, sudor y cachas

300, el origen de un imperio. Sangre, sudor, y cachas No ha sido mala idea dejar reposar el éxito de '300' (2006) durante estos ocho años, porque los fans hambrientos de sangre y músculos se van a dar un auténtico atracón de sablazos y torsos desnudos. En este tiempo, Frank Miller, el autor del cómic original ha hecho una especie de secuela simultánea. La acción de '300, el origen de un imerio' se desarrolla durante los tres días de la batalla de las Termópilas y se centra en Temístocles, otro aguerrido general interpretado por el australiano Sullivan Stapleton (Animal Kingdom, 2010) que dirige a la armada griega contra la persa, capitaneada por Artemisia, una vengativa guerrera que defiende con dignidad pero sin gran hondura Eva Green. Seamos sinceros: el espectador de '300' se sienta ante la pantalla en 3D para contemplar una batalla de segunda categoría, sabiendo que el partido de primera división ha terminado ya con la cabeza de Gerard Butler rodando por el suelo. Primer bajonazo, que se une al galimatías narrativo del que uno se desconecta para concentrarse en la lucha cuerpo a cuerpo y barco a barco en '300, el origen de un imperio'. La auténtica novedad de esta secuela de '300' es el escenario marítimo, que resulta demasiado oscuro, con demasiado croma y muy repetitivo. Recomendable para los entregados a la causa, pero poco original y apetitoso para el espectador neutral que espera más trabajo de guion y estrellas de más peso. El director de '300' es el israelí Noam Murro, muy obediente en seguir las órdenes del alma mater Zack Snyder –coguionista y productor-. Y precisamente su pecado está en su sumisión y falta de garra. Ni ironía, ni personalidad. ‘300: el Origen de un Imperio’ es una marioneta sin alma. María Guerra 

 
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