Jeremy Irons: "Estamos bajo la ilusión de vivir en democracia"

Con la elocuencia y elegancia del actor británico formado en teatro clásico que es, Jeremy Irons (Isla de Wight, Inglaterra, 1948) abrió la rueda de prensa en el Hotel Ritz de Madrid hablando de su última película como si de una experiencia espiritual se tratase ("es una historia para aquellas personas que salen por la mañana, se quedan paradas y absorben la calidad de la luz"), para luego meterse de lleno en la crítica de los sistemas políticos europeos actuales en relación a la cinta: "Me preocupa que nuestros gobiernos llamados democráticos no estén velando por nuestros intereses o por las generaciones futuras".

Jeremy Irons, uno de los actores más aclamados de su generación (oscarizado en 1991 por 'El misterio Von Bulow') ha estado presentando hoy, en solitario, sin la compañía del director Bille August u otros miembros del reparto que incluye actrices como Mélanie Laurent y Charlotte Rampling, su último proyecto 'Tren de noche a Lisboa', una película que dice ha vivido desde la entrega total: "Me obsesiono con las historias, los personajes y el proceso de cada obra de la que formo parte. Mi vida es una serie de obsesiones".

La película, que se estrena en nuestro país el 15 de abril, es la adaptación de la novela de 2008 (publicada en español como Tren nocturno a Lisboa) de Pascal Mercier, pseudónimo del filósofo y escritor suizo Peter Bieri. 'Tren de noche a Lisboa' abre en la lluviosa ciudad de Berna, donde el profesor Raimund Gregorius se encuentra por azar con el libro de un poeta portugués Amadeu do Prado tras rescatar a una joven a punto de tirarse de un puente. Este punto de romanticismo y misterio en su vida le lleva a coger el primer tren nocturno a Lisboa para descubrir quién fue el sufrido Amadeu, cuyas reflexiones filosóficas comparte.

Al llegar a la ciudad empieza a indagar y con la ayuda de la oculista Mariana (Martina Gedeck, quizás más conocida por los públicos internacionales por su papel en 'La vida de los otros') conoce aquellas personas cercanas a Amadeu. Sobre esa especie de envidia sana o nostalgia que siente el protagonista por las vidas ajenas, Irons habló: "A Gregorius no le afecta [la historia de Portugal] en sí, pero sí aquellas personas que se vieron afectadas por la pasión que emplearon en cambiar un sistema político. Ese peligro y brillantez de sus vidas es lo que la ayuda a ver lo grisáceo que es la suya y de querer cambiarlo. Todos necesitamos historias y ficción para motivarnos a cambiar; esa es una de las funciones del arte".

Aunque el personaje de Amadeu do Prado sea inventado, el contexto que retrata es real, la resistencia política al sistema autoritario del Estado Nuevo o Salazarismo. Cuando preguntado sobre esta memoria histórica Jeremy Irons quiso relacionarlo con la necesidad de continuar poniendo en tela de juicio los sistemas políticos en los que vivimos: "Creo que es muy importante que seamos conscientes de qué sistema político tenemos ahora y cuáles han existido en el pasado, si funcionaron y, en el caso de que no, cómo se enfrentaron a ellos. En Europa estamos bajo la ilusión de que vivimos en democracia, pero dudo de que sea así. No creo que el hecho de votar cada cinco años realmente nos permita cambiar nuestras vidas. Nosotros no estamos en control de ellas porque quienes nos gobiernan son las empresas multinacionales que sólo miran por los intereses de sus accionistas. Me preocupa que nuestros gobiernos llamados democráticos no estén velando por nuestros intereses o por las generaciones futuras, sino por las balanzas de pagos". Irons terminó esa clara crítica de la clase política europea y los poderes fácticos volviendo a relacionarlo con el cine como elemento pedagógico: "Por eso creo que es muy importante que comprendamos y nos eduquemos sobre sistemas políticos".

Con títulos que incluyen 'La casa de los espíritus'(1993), 'Los miserables' (1998) o 'Tren de noche a Lisboa', podemos ver que el director danés Bille August tiene una predisposición por las novelas históricas con dramones multigeneracionales. Irons ya había protagonizado aquella adaptación de la obra de Isabel Allende que dijimos, que al igual que ésta, también se rodó en parte en las zonas más antiguas de Lisboa. "Me encanta esa Lisboa vieja y decadente, de edificios maravillosos heredados por personas que si tuvieran que comprarlos ahora no podrían costeárselos. Como la economía de Portugal nunca experimentó un boom exagerado, por suerte no ha existido la oportunidad de estropear esas partes de la ciudad".

Irons siguió hablando de su manera personal de conectar con las ciudades, hablando con cariño de Madrid, ciudad que ha visitado en varias ocasiones, algo que a muchos les puede sonar por aquel accidente de Loles León en su hotel. "Madrid me gusta por su energía, aunque lo mismo se puede decir, e incluso más, de Sevilla. Madrid tiene un olor distintivo que solo se va al cabo de unos días y una luz especial que cambia según qué parte de la ciudad te encuentras". El actor británico zanjó su recorrido de las ciudades de Europa que le enamoran, desde Budapest a Londres -describiendo ésta como "lugar donde uno tiene que caminar kilómetros hasta cruzarse con un inglés, algo que está muy bien"- con una frase muy propio de su imagen de corrección y caballerosidad: "Hablar de lugares es como hablar de personas,te pueden gustar muchas pero por razones distintas".