Los torneos medievales
Una de las imágenes típicas que nos vienen a la cabeza al hablar de la Edad Media posiblemente sea la de dos caballeros montados en sus caballos dispuestos a batirse en una justa, es decir, en un torneo
No obstante, la celebración de estas actividades "deportivas" se compone de otros elementos además de esta tópica escena
Los torneos servían para que el caballero se mantuviera en forma en tiempos de paz, cosa que complementaba con la caza, además de un entrenamiento colectivo para mejorar las técnicas de combate que habrían de darse en la guerra, sobre todo tras la generalización de la carga frontal.
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Los torneos muestran tres rasgos principales: un aspecto utilitario, como entrenamiento para la guerra; uno lúdico, que los convierte en un juego cuyo objetivo no era matar al oponente, sino vencer para adquirir gloria y beneficio; y uno festivo, que los convierte en un espectáculo para el público de la época. Sin embargo, también sirvieron como válvula de escape de la violencia, liberada hasta entonces en guerras privadas en un momento de consolidación de la autoridad regia. Además, tuvieron una dimensión económica que en muchas ocasiones queda olvidada, sirviendo como forma de activación económica en aquellas regiones en las que se celebraban.
Tipos de combate
La mêlée. Es la forma de combate más espectacular que podía verse en los torneos. Es el cuerpo a cuerpo entre los participantes, lo que más se parecía a las batallas campales que se daban en condiciones de guerra real. Esta forma de combate era el verdadero entrenamiento que los participantes buscaban, además de ser el lugar donde había una mayor facilidad para hacer botín. Así, los métodos de lucha y armas son similares a los que se dan en la guerra. Para llevar a cabo el combate, se elegía un campo, que era una vasta extensión rural, cuyos límites no eran muy precisos. En ellos había lizas, similares a los cercados que rodeaban las pequeñas o grandes moradas en las que los hombres se retiraban a descansar, donde los caballeros podían protegerse. Las lizas delimitaban estos refugios, donde los combatientes tenían derecho a ponerse a cubierto para recobrar el aliento, descansar y echar un trago. Había otros obstáculos en el "terreno de juego", que eran naturales y podían ser utilizados para tender emboscadas.
La justa. Irá evolucionando poco a poco como una forma particular de torneo. Al principio no era más que una parte menor que se daba antes de la mêlée en el momento en que los bachilleres (jóvenes que no tenían mucha experiencia de participar en de torneos) peleaban individualmente; incluso podía darse una vez comenzada ya la batalla campal, al separarse dos caballeros para pelear frente a frente. En todo caso, la justa irá ganando importancia a consecuencia del individualismo de los caballeros ávidos de gloria, de la evolución del armamento defensivo que se irá perfeccionando por lo que estos encuentros serían más seguros y por el gusto que el público manifestaba hacia este tipo de lucha, especialmente el público femenino. El enfrentamiento se llevaba a cabo en campos cerrados, palestras, a veces en el mismo centro de la ciudad; las barreras que separaban a los dos adversarios, no aparecerían antes del siglo XV. En las justas se combate únicamente con lanzas, y los progresos en las armaduras las harán cada vez menos peligrosas. Sin embargo, la fuerza del choque podía provocar la muerte de alguno de los adversarios, por lo que desde 1250 aparecen en algunas justas y torneos las armas embotadas y las lanzas llamadas de recreo, en las que la punta era reemplazada por una corona.
Batallas a ultranza. Es una lucha individual de dos caballeros o entre grupos que estaban enfrentados en guerra. Su objetivo era la muerte de alguno de los contrincantes.
Las tablas redondas. Nacen por influencia de la literatura cortesana y de las novelas artúricas. Desde mediados del siglo XIII proliferarán asambleas de carácter festivo, en las que sus participantes imitan el comportamiento de los caballeros del rey Arturo, tomando sus nombres y sus escudos de armas, enfrentándose en juegos caprichosos en forma de desafío.
Los pasos de armas. En ellos se enfrenta en uno o varios combates singulares sucesivos un caballero que ha jurado defender contra quien se atreva a luchar contra él un lugar determinado, ya sea un puente, una colina o un desfiladero o paso (lugar de donde proviene su nombre). Uno de los más conocidos es el que tuvo lugar en la ribera del río Óbrigo en julio y agosto de 1434, es el paso honroso del caballero Suero de Quiñones que se comprometió a vencer en 300 combates ("romper 300 lanzas") en un mes, llegando a la cifra de 69 combates rompiendo 178 lanzas.
Los hechos de armas. Pueden utilizar la misma temática por lo que se pueden incluir en las formas precedentes. Son combates singulares que se organizan entre dos campeones, o dos grupos de campeones, a consecuencia de un desafío. Podía lucharse con armas de recreo o con armas reales, sobre todo si se trataba de desafíos organizados durante operaciones de guerra o en momentos de tregua. Uno de los más famosos es el "combate de los Treinta" que se organizó en 1351.
Jesús Cordón es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y medievalista.