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Dignidad de la clase obrera

‘Dos días, una noche’ retrata la perversión del sistema capitalista

Madrid

La perversión del sistema capitalista ha degenerado en que ya no es el empresario el encargado de despedir, sino que esa responsabilidad, esa culpa, pasa a los propios trabajadores, a los compañeros del despedido. De esta manera, el patrón se convierte en un Poncio Pilatos, que se lava las manos y se sienta a esperar a que el indvidualismo atroz, que va aparejado al capitalismo, se encargue del trabajo sucio. De eso va Dos días, una noche, el nuevo filme de los hermanos Dardenne. Los cineastas belgas han mostrado en sus películas a personajes fuera del sistema. En Rosetta (1999), la cinta que más se parece a ésta, ya se acercaron al problema laboral de la clase obrera. En El silencio de Lorna (2008), se centraron en la explotación sexual.

'Dos días, una noche', plantar cara al sistema

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Los realizadores nos tenían acostumbrados a personajes marginados de la sociedad occidental que lidiaban con dilemas morales, pero siempre en su condición de víctimas del sistema. En Dos días, una noche, sus personajes están dentro del sistema. Son clase trabajadora que aspira a ser clase media, porque desde el Tacherismo ser “obrero” es algo de lo que avergonzarse en el mundo occidental, lean sino a Owen Jones.

Dos días, una noche, mucho más luminosa que sus trabajos anteriores, en la línea su anterior filme El niño de la bicicleta (2011), y presenta una situación que la mayoría de occidentales hemos sufrido o hemos visto sufrir a alguien cercano. Esas dos características, la luminosidad y su carácter casi universal, junto con la elección de una actriz internacional, hacen que esta película de los Dardenne pueda acercarse a un público más cercano.

Dignidad de la clase obrera

El argumento nos muestra el dilema al que son sometidos los empleados de una pequeña fábrica. Tienen que decidir si renuncian o no a una prima de 1000 euros para evitar que una compañera sea despedida. Esa compañera es Mariond Cotillard, una mujer temerosa de quedarse en paro y con depresión. Cotillard tiene tan solo un fin de semana para convencer a sus colegas de que voten por ella o, bien, que renuncien a su paga extra, repitiendo el esquema de Doce hombres sin piedad (1957). Lo mejor de Dos días, una noche es que da igual el resultado de esa votación. Gane o pierda, ella es la heroína de nuestros días. Da igual si el personaje de Cotillard se queda en el paro o consigue seguir en su puesto; lo que cuenta aquí es que lucha, que busca la solidaridad de los compañeros, logra apelar a la conciencia de grupo y señalar al verdadero enemigo.

Estamos ante el filme más necesario de la cartelera, pero además de ser necesario, la cinta de los Dardenne, Dos días, una noche, tiene pulso cinematográfico, tiene una grandísima interpretación y tiene muchos matices. No estamos ante una película panfletaria, ni siquiera podemos decir que sea únicamente un filme social, Dos días, una noche se aleja de colectividades, de sindicatos, de mítines o de empresarios, para centrarse en la suma de individuos, intentando no dividirlos en buenos y malos, y esperando que el espectador también se pregunte qué debería votar en tal situación.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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