Un ya basta tan sonoro que les deje sordos

Madrid

Estamos a 30 de octubre. Estamos a punto de terminar el mes, a punto de terminar el mes de la vergüenza. Porque cuando pensamos que ya nada podría superar a los casos Gürtel, Urdangarin, Bárcenas, ERES, Palau, Pujol, Fabra, Malaya, Matas.... llegaron las tarjetas opacas de Caja Madrid, llegó la imputación de Rodrigo Rato por utilizarlas, la imputación de otro ministro de Aznar, Ángel Acebes, la del alcalde de Toledo, la del alcalde de Roquetas de Mar, la operación Púnica que se ha llevado por delante a Francisco Granados, el que fue mano derecha de Esperanza Aguirre en la Comunidad de Madrid y a alcaldes, del PP y del PSOE y a funcionarios autonómicos y a presidentes de diputación...

Seguro que hoy pensamos que ya no podemos aguantar más que nuestras tragaderas están atascadas, pero preparémonos. Después de octubre llega noviembre y diciembre y así iremos arrancando las hojas del calendario en los que casi cada día habremos apuntado un nombre nuevo o un escándalo nuevo. Y será así hasta que no se ponga fin a esto, hasta que no pongan fin a esto los que tienen la capacidad de hacerlo, los que creen que pidiendo perdón nos damos por satisfechos. Quizás no queramos perdonarles, lo que quiere la gente, lo que exige la gente es gritar un ya basta tan sonoro que les deje sordos.

Hoy estamos en el Café Gijón, porque hemos pensado que necesitábamos del lugar más opuesto posible a la corrupción. Un café, con sus mesas, sus sillas, su tabaco cuando se podía fumar. El placer por la charla, por buscar soluciones a través de la palabra, de la discusión tranquila, de la conversación. Los que se sentaron en estas sillas le daban vueltas y vueltas a las cosas para cambiarlas. Ellos usaron la creación, nosotros hoy nos vamos a servir de la radio y de todos ustedes a los que queremos hacer cómplices. Cómplices en la indignación y cómplices en el optimismo. Porque este país es mucho más que la corrupción, lo digo mejor, la gente de este país no tiene nada que ver con la corrupción. Es la que intenta echar a la pobreza de sus casas, la que mira como pagar las facturas a fin de mes, la que busca trabajo cada día o intenta mantener el que tiene sin un sueldo indigno. La que lucha por las becas, la que sigue siendo solidaria a pesar de las estrecheces, la que se ayuda, la que sale a la calle para dignificar la sanidad pública o la educación pública.

Es la fuerza de la gente la que empuja este país, que nadie les engañe. Y esta fuerza es la que les da legitimidad para exigir el fin de esta manera de entender el poder, de entender la política. Porque si no lo hacen la ruptura, el chasquido social será inevitable y de consecuencias impredecibles.