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Última carta desde África

Comienza la cuenta atrás. Se acerca el momento de parar, de detener el frenético ritmo de los últimos meses y de empezar a dormir más de dos noches, al menos, en el mismo lugar

ANA MANSERGAS

Querido viajero aventurero,

Comienza la cuenta atrás. Se acerca el momento de parar, de detener el frenético ritmo de los últimos meses y de empezar a dormir más de dos noches, al menos, en el mismo lugar. Cuando viajas tanto tiempo seguido como mochilera, te acostumbras a un ritmo de vida del que no eres consciente hasta que que se detiene. Aprendes a vivir de otra manera. Te acostumbras a vivir con la mochila a cuestas, te acostumbras a no tener un lugar fijo, aprendes a improvisar ante las adversidades, a viajar por la vida. Viajar como "mochilera" no significa sólo tener una mochila como casa, es mucho más , es una actitud, una manera de entender la vida, el viaje, una manera más liberada de viajar y una forma alejada del viaje convencional.

No es la primera vez que viajo como mochilera durante largo tiempo, de hecho es la forma que siempre he elegido para viajar aunque a veces haya llevado una maleta de ruedas. Nunca olvidaré mi primera experiencia. Fue hace diez años, me iba a la India. Un mes antes de la salida desde Londres hasta Goa, estuve preparando la mochila. Todo estaba a punto. No me faltaba de nada, ropa más que elegida, medicinas, saco, chubasqueros, linternas, accesorios varios... La maleta nunca llegó a destino, se quedó perdida en la recién inaugurada T4. Los dos primeros días no creía lo que me estaba sucediendo. Me costó asumir que iba a viajar un mes por la India sin mi maleta. Pero lo conseguí. Ahora veo que fue lo mejor que me ocurrió. Aprendí a viajar con lo más básico. Lo mínimo. Y me sentí libre, satisfecha y realizada. Había superado una prueba. Desde entonces cuando viajo siempre estoy dispuesta y preparada a que mi equipaje no llegue a destino. Una experiencia que me hizo aprender, superar adversidades y curtirme más en en el mundo mochilero. Mi mochila no se perdió cuando llegué a Yucatán, México, siguiente destino al cabo del tiempo. Era el inicio de mi segundo viaje de mochilera. Un nuevo reto me esperaba. Viajar 4 meses con una mochila recorriendo la Ruta Maya. El viaje comenzaba en México, pasaba por Belice, Guatemala, Chiapas, y terminaba en el DF. De ahí volé a Cuba donde estudiaría un Diplomado en Periodismo y Globalización y salté a Costa Rica y el norte de Panamá. Unos meses en los que seguí aprendiendo a viajar. Y desde entonces no he tenido otra manera de recorrer y descubrir nuevos destinos, Ecuador, Argentina, Chile Bolivia, Perú, Filipinas, Tailandia, Etiopía, Mozambique, etc.

Viajar como mochilera, en mi opinión, es una actitud que va más allá de organizarte el viaje, encargarte de crear tus propias rutas, informarte de los destinos que quieras visitar, organizarlo todo, estar abierto a la improvisación, a mi me gusta no saber ni dónde voy a dormir la segunda noche tras la llegada a un país... Me encanta estar abierta al misterio, a la aventura y encontrar en otros viajeros la mejor fuente de información. Una información que completa la que ya he encontrado en medios de comunicación (internet, guías, documentales, revistas, radio, etc). Se trata de una manera de viajar que no siempre gusta, que provoca algunas tensiones cuando estás en ruta, sobre todo si viajas con otras personas , una forma de viajar abierta al cambio, a la improvisación, al acierto , cuando encuentras lugares sorprendentes, y al fracaso, cuando encuentras lo que no te gusta. Una forma de viajar, que si no haces un buen trabajo antes de salir puedes perder mucho tiempo en ruta pues cada día debes planificar aspectos tan sencillos como dónde dormir o qué medio de transporte elegir para el siguiente destino. Por otro lado, tienes la satisfacción de no ceñirte a horarios establecidos, de elegir sólo lugares realmente especiales para el viajero y, lo mejor de todo, se abre una nueva red social de contactos, se abre un mundo nuevo en el que no paras de conocer a gente nueva, viajeros de todo tipo, gente especial y normalmente formidable, que emite en la misma frecuencia y que enriquece por todas parte eso viaje. Es la maravilla de viajar así.

Viajar con Kananga Viajes me ha hecho descubrir otra manera de viajar, organizada pero poco convencional, que se aproxima a lo que siempre he buscado y que además me ha permitido no preocuparme de la logística de destinos, no siempre fáciles de recorrer por libre cuando tienes límite de tiempo y de dinero. Kananga Viajes es una manera alternativa y profesional de viajar, se aleja de los viajes en grupo convencionales de los que siempre había huido, y te facilita llegar a destinos que de otra manera sería mucho más complicado, tanto por tiempo como por dinero. No olvidemos que no todos los países te ofrecen las mismas facilidades para viajar por libre. Países como Mozambique son fáciles de recorrer sola con mochila a cuestas, pero Namibia o Botswana están menos preparados para el mochilero. Tanto La Ruta del Río Perdido como La Gran Ruta del Okawango ofrecen destinos que de otra manera no hubiera sido capaz de llegar en el tiempo y con los medios que ofrece esta agencia referente en África desde hace 30 años con los viajes de aventura y que marca la diferencia en todas sus rutas. Además la aventura puede ser más arriesgada o menos según las ganas que uno tenga, por ello hay posibilidades de elegir rutas con mas comodidades de las habituales pero sin perder aventura. Viajar con Kananga es viajar con un espíritu especial, el espíritu Kananga, que imprimen sus guías, pilar importantísimos en sus rutas. Son los guías quienes van a darle al viaje un espíritu determinado, quienes van a hacerte disfrutar de los destinos de una manera especial y quienes van a hacer que sientas la seguridad necesaria para olvidarte de todo y dedicarte sólo a disfrutar.

Los guías llenan su mochila de paciencia infinita cuando comienzan su temporada a partir del mes de abril o mayo hasta octubre aproximadamente. Cualidades como ésta, la paciencia, unida al saber estar, habilidades comunicativas, ser resolutivos, desenvueltos, y estar preparados para sobrevivir ante cualquier adversidad son las características generales que he captado en ellos.

Cada uno viene de mundos diferentes, tienen formaciones distintas, y han llegado al mundo de los safaris por motivos diferentes pero todos juntos crean una gran familia de la que he tenido el placer de disfrutar. Todos se ayudan, se apoyan y se animan porque el día a día del guía no es tan fácil como parece. Todos se cuidan porque son la familia que crean durante los meses que están fuera de sus casas. No todos pasan el mismo tiempo fuera de casa, dependiendo de su antigüedad y de su área de trabajo tendrán más o menos viajes.

El trabajo del guía es agotador y poco valorado por mucho que los viajeros se queden contentos. Ni podemos imaginar lo importante que es su labor y el desgaste que tienen, cuando te unes a uno de sus viajes. No están obligados a saber todo de la fauna y gloria que vemos en las rutas, su responsabilidad se centra sobre todo en la parte logística y en que todo salga según el programa previsto, aunque todos ellos saben mucho, tienen mil historias que comparten con sus viajeros y son una fuente de sabiduría en estas rutas. Su trabajo empieza unos días antes cuando preparan la logística para el safari (compras, camión a punto, reservas confirmadas, equipo de trabajo en alerta) y que cuando lleguen los viajeros esté todo a punto. Los guías tienen que poner siempre buena cara al mal tiempo, a las impertinencias y caprichos de algunos clientes y a los problemas que surgen sobre el camino. Problemas de todo tipo, desde tener problema mecánico con el track hasta ocuparse que no falte asistencia sanitaria si surge algún problema médico. Los guías encuentran soluciones donde no las hay y son ellos los que cargan con toda la responsabilidad del grupo; son ellos una parte importante para que un grupo fluya, parte del éxito del mismo, para que se creen grandes grupos de amigos. Terminan agotados, y en dos o tres días han de recuperarse para comenzar la siguiente ruta, tenerlo todo preparado y recibir al siguiente grupo de viajeros con la mejor de las sonrisas y todas las energías a punto. Tanto Antonio Chamorro como Carmen Manzanares son el ejemplo del perfil de guías Kananga, gente con buena energía, más que profesionales y que aman su trabajo. Ellos han hecho que me reconcilie con la figura del guía y, sobre todo, haya descubierto una manera de viajar, antes lejana para mi. Ahora más que nunca estoy deseando volver a viajar así, bajo el espíritu Kananga, sin dejar de lado mi espíritu mochilero.

Hasta la semana que viene!

Ana Mansergas

Redactora de Radio Valencia Cadena SER

 
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