No somos imbéciles

Madrid

Cuando eres pequeño –y todos lo hemos sido alguna vez- cuando te pillan en un renuncio la reacción automática suele ser negar la evidencia y empecinarse en esa negativa hasta extremos que pueden resultar risibles. Y si eso es gracioso es porque los códigos infantiles poco conocen, entre otras cosas, del sentido del ridículo. Sin embargo, cuando esa misma situación la protagoniza un adulto ya no sólo es ridículo; es que puede resultar cargante y muy serio, mucho, según de lo que estemos hablando. No puedo evitar pensar en todo esto cuando veo lo que está haciendo –lo que sigue haciendo después de tanto tiempo, de tantas evidencias e incluso de pronunciamientos judiciales- lo que está haciendo el Partido Popular con el caso Bárcenas. Ese mirar hacia otro lado, ese pasar silbando como si no conociera a quien llevó sus cuentas durante un montón de años es tan irritante como bochornoso; sólo faltaba que el propio Bárcenas haya retado a la dirección popular a que se querelle contra él si cree que se llevó dinero del partido.

Desde luego la figura del extesorero va a planear como una incómoda sombra para Rajoy y los suyos en este año electoral y por muchos aspavientos que hagan no se la van a sacar de encima. Pero ese es su problema; lo que nosotros podríamos pedirles, todos –quienes les voten y quienes no les voten- es, por favor, que no nos tomen por imbéciles. O al menos que no se extrañen después de que cada vez más gente esté desengañada de la política. Por favor, ¡un respeto!.

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