Autómata. Desasosegante futuro

El futuro es un escenario incierto para el cine. Sin embargo, en su segundo largometraje tras Hierro (2009), el director Gabe Ibañez – especialista en efectos visuales- logra una opresiva e irrespirable atmósfera que transmite con emoción y sinceridad la desolación que su historia propone. Ambientada en 2044, la Tierra es un planeta contaminado y deshumanizado, en el que un grupo de robots desvencijados inician el definitivo salto de superación y alejamiento definitivo de los hombres.

El protagonista (Antonio Banderas) es un inspector de una compañía de robots domésticos que empiezan a saltarse los protocolos de sumisión y protección a los humanos que llevan integrados. Convertido en un investigador espontáneo, Banderas se adentra en un thriller con tintes de western poco creíble.

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El guion flaquea en el desarrollo de los personajes humanos, los villanos resultan acartonados y el propio Banderas está en un registro de altísimo y continuo sufrimiento que insensibiliza al espectador. Quizá sea la metáfora perfecta que ofrece la película: los seres humanos han llegado a un callejón sin salida y la esperanza ética reside en los robots, a los que Ibáñez ha dotado de una cautivadora potencia visual y sentimental.

Autómata resulta una película algo perdida en la narración, pero con grandes destellos de puesta en escena y atmósfera. La desolación se visualiza en los rostros y diálogos de los tristes robots que huyen de la ciega maldad de los hombres. Es difícil inventar un futuro completamente nuevo para el cine, después de las docenas de obras maestras de ciencia ficción que han marcado a varias generaciones de cineastas y espectadores. Sin embargo, tras los bajones de guion asoma en Autómata un director poseedor de un personalísimo mundo propio.