Vergüenza mundial
"El hambre no es una plaga, no es un azote, no es algo irremediable; al contrario: es un fracaso global, y moral. Esa moral que no impregna ni la economía ni la política, incapaces ambas de encontrar una fórmula que permita hacer compatibles el desarrollo y la igualdad."
El editorial de Carles Francino: 'Vergüenza mundial'
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Madrid
El escritor argentino Martín Caparrós nos recuerda en su último libro que estamos muy acostumbrados al hambre, que sentimos hambre al menos dos o tres veces al día y que por ello hay pocas cosas más presentes en nuestras vidas....y sin embargo –añade- nada más lejano que el hambre verdadera. Me he acordado de estas palabras al saber que UNICEF acaba de hacer el más grande llamamiento de emergencias en sus 69 años de vida: se necesitan 3.000 millones de dólares para ayudar a 62 millones de niños porque sobre todo la guerra de Siria pero también la de Irak, la de Nigeria con Boko Haram, la de Ucrania y la epidemia de ébola han disparado las necesidades a niveles hasta ahora desconocidos. Pero, claro, si consideramos que hoy en el mundo se generan más alimentos que nunca y que la convención sobre los derechos del niño es el tratado internacional más firmado de la historia.....pues es evidente que algo falla.
Vamos a ver, el hambre no es una plaga, no es un azote, no es algo irremediable; al contrario: es un fracaso global, y moral. Esa moral que no impregna ni la economía ni la política, incapaces ambas de encontrar una fórmula que permita hacer compatibles el desarrollo y la igualdad. Pero no nos engañemos: ese mismo fracaso, esa misma ausencia de moral que mata un niño de hambre cada seis segundos en cualquier rincón de África, por ejemplo, es el mismo fracaso que después, en nuestro paisaje más inmediato, convierte en vecinos –pero no iguales- a la señora que acude a un comedor social pese a haber trabajado un porrón de años y al sinvergüenza que se compra un coche de lujo con 'tarjeta black'. Lo que no entiende –volviendo al principio- lo que no entiende el escritor Martín Caparrós –y tampoco quién les habla- "es cómo carajo conseguimos vivir sabiendo que pasan estas cosas".