Fuerza mayor o el instinto en la nieve

Madrid

 Parecía que Haneke tenía la patente de narrar historias de familias burguesas europeas desestabilizadas. Pero ha llegado el director Ruben Östlund, y le ha pegado un buen martillazo a una familia pija sueca que se va de vaciones a esquiar a los Alpes. La premisa: la familia sufre una avalancha, el instinto de Ebba es proteger a sus hijos, y el de su marido es abandonarles, corriendo despavorido. No hay daños físicos, pero queda algo peor, continuar las vacaciones con este hecho que lanza la historia de esta familia, incapaz de superar la cobardía, tan reprobable como humana del progenitor de la familia, que se alza como un agujero negro a través del cual todo gira y se resquebraja.

El director empieza la película con un tono de comedia, negra, eso sí, pero que va endurenciéndose a medida que avanza la historia. Y todo esto en un ambiente nevado muy perturbador.

Ebba, que basaba su autoestima en ser madre y esposa, ve como sus valores vitales empiezan a desmoronarse por la decepción, y como no hay dónde refugiarse, vaga sola y a la deriva por las pista de esquí, en busca de fortaleza y reafirmación como ser individual fuera de su familia. El padre, avergonzado, primero niega y se niega los hechos, después no puede ni sabe afrontarlos... Y los niños, eso niños suecos educados en la Europa contenida, en la que no se alza la voz ni se habla de emociones a la primera, los hijos destrozados. Una familia en la que ya nunca, nada, volverá a ser lo mismo, porque volver del precipicio, como a la inocencia, es imposible.

Bien, Fuerza mayor.