Patético

Madrid

No vi el Debate sobre el estado de la nación. Creo que, hoy más que nunca, la política está en otra parte. Pero en las crónicas que he revisado me han llamado la atención algunas cosas. Que Rajoy le reprochara a Sánchez errores de novato cuando precisamente es eso, un principiante, ni más ni menos que él en sus comienzos. Que Rajoy le recriminara a Garzón que es perfecto, asumiendo que su ironía implica que la perfección está muy lejos de sí mismo. Que Rajoy recurriera al adjetivo patético para enviar al líder socialista el mensaje implícito, reiterado y nada sutil de que no reconoce en él a la auténtica oposición. Que cuando Iglesias recogió ese guante y contestó a Rajoy en un mitin con formato de intervención parlamentaria, algunos dirigentes del PP hayan acudido al mismo adjetivo, patético, para calificar su iniciativa y, por analogía, la réplica de Ciudadanos. En resumen, podríamos concluir que los populares consideran que todos los políticos españoles, perfectos o imperfectos, son patéticos. Todos, excepto ellos mismos.

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Las palabras nunca son inocentes. Patético en español, es lo que mueve a compasión, lo que da lástima. Lo más patético que yo he visto últimamente ha sido la mueca de Marta Ferrusola cuando se atrevió a decir en una comisión parlamentaria que Cataluña no se merece que a ella la obliguen a declarar. Esa mezcla de soberbia, desquiciamiento y frustración se parece, como dos gotas de agua, a la que se pintó en el rostro de Rajoy mientras calificaba como patéticos a todos sus adversarios, tácitos y expresos. Eso sí que daba pena.