El virus del sectarismo
"El varapalo político es de tal calibre que el único consejo posible sería mantener un discreto silencio para no hacer más el ridículo."
La opinión de Carles Francino: 'El virus del sectarismo'
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Madrid
"A veces los integrantes de un partido político olvidan que, cuando les toca gobernar, ya no defienden los intereses de su partido, sino que gobiernan para todos los ciudadanos, sea cual fuere su ideología". ¿Saben de dónde sale esta reflexión? pues de una sentencia judicial, concretamente del juzgado de lo contencioso-administrativo número 1 de Ciudad Real. Una sentencia que condena al Ayuntamiento de Manzanares por no ceder locales públicos a una escuela de ciudadanos, con el argumento de que entre sus invitados predomina gente de izquierdas. Hoy abrimos 'La Ventana' con esta historia, que tiene pinta de pequeña, que puede parecerles menor.... pero que resulta extremadamente oportuna en mitad de este año electoral que ayer cubrió su primera gran cita en Andalucía.
Y me parece oportuna porque pone el dedo en la llaga de uno de los grandes problemas que tenemos como país, y singularmente en la política, que es el sectarismo. Vamos a ver, que el fiscal tenga que decir en sus conclusiones: que "no sería lícito denegar una licencia de obra porque el peticionario no sea afín a la ideología del equipo de gobierno; ni descuidar el alumbrado público o el arreglo de viales de una determinada zona porque haya más votantes de otros partidos. y que por la misma razón no se puede denegar el uso de locales municipales a una asociación por ser de izquierdas o de derechas"....A mí, sinceramente, se me caería la cara de vergüenza. Claro que luego entras en la web del ayuntamiento de Manzanares y ahí dice que no van a recurrir porque la sentencia les da razón en casi todo....bueno, ese es el brazo armado del sectarismo: la propaganda.
Porque es verdad que no se les condena a pagar nada, no hay castigo económico al Ayuntamiento, pero el varapalo político es de tal calibre que el único consejo posible sería mantener un discreto silencio para no hacer más el ridículo.