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Santa Teresa Vs Princesa de Éboli

La presencia en Pastrana (Guadalajara) de santa Teresa de Jesús dio nuevos bríos a los planes que los príncipes de Éboli estaban desarrollando en la villa ducal. Sus fundaciones son lo más conocido del lugar y aunque su presencia no pasó de tres meses y la de los carmelitas de pocos años, su huella ha conseguido eclipsar la presencia posterior de otras órdenes.

La figura de santa Teresa de Jesús es seguramente una de las más carismáticas de todo el siglo XVI. Perteneciente a la orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo, más conocida como carmelita, veía con desilusión de qué forma las religiosas se relajaban en su disciplina. Por ello, decide emprender una reforma de la orden consiguiendo el apoyo del Papa, Pío IV, lo que le da pie a fundar en 1562 en Ávila el convento de San José, la primera comunidad de monjas carmelitas descalzas, enfrentándola a muchos de sus superiores.

A pesar de los contratiempos, en 1567 la reforma fue aprobada por el director de la orden, permitiéndosele a santa Teresa en colaboración con san Juan de la Cruz, fundar otros monasterios, en esta ocasión para religiosos.

Santa Teresa y Pastrana

En Pastrana fundó dos monasterios en el verano de 1569. En su Libro de las fundaciones nos cuenta la religiosa cómo tras fundar en Toledo, sin apenas descanso, después de culminar harto pesado trabajo, recibe la visita de un criado de la princesa de Éboli en el palacio de su prima, doña Luisa de la Cerda, en donde se alojaba la santa. Éste le recuerda el pacto de palabra que había entre ambas para fundar un monasterio en Pastrana. La religiosa, que por aquellas fechas ya contaba con sesenta y cuatro abriles, estaba cansada y no tenía gana de emprender el cansado viaje hasta Guadalajara habiendo, además, acabado de inaugurar la casa en Toledo. Sin embargo, fue y fundó dos cenobios, uno para hombres, el Carmen, y otro para mujeres, San José. La princesa de Éboli, mujer de gran carácter, no tardó en chocar con la personalidad de la santa.

 "Ya doy la casa por perdida"

Así se refería Isabel de Santo Domingo, abadesa del convento de monjas de Pastrana, cuando se enteró de que la princesa de Éboli que acababa de enviudar en 1573, se dirigía desde Madrid para ingresar en la orden. El temor radicaba en que todas conocían como era la fama de marimandona de la princesa doña Ana de la Cerca. Y se temieron, con razón, lo peor. Santa Teresa ya no estaba en Pastrana y doña Ana pretendió hacer del convento su propio palacio ducal, según cuentan las crónicas de la época.

Las pobres monjas, ante el revuelo montado por doña Ana y con el respaldo de santa Teresa, decidieron abandonar sin previo aviso el convento. Imaginemos la cara de la princesa cuando una mañana abrió el ojo en su celda y descubrió que estaba sola...

 
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