Pedro: "La vida me ha dado otra oportunidad. Vivo en la calle por el consumo de drogas y acabo de encontrar trabajo"

Madrid

Son las siete de la tarde, hora en la que hemos quedado con Carmen en el edificio Cantarranas. Un espacio ubicado en la Universidad Complutense de Madrid en el que se reúnen los voluntarios del programa de personas sin hogar de la ONG Solidarios para el Desarrollo.

En él almacenan la comida que reciben mensualmente del banco de alimentos, calientan el caldo, el café o el chocolate y preparan las bolsas que llevan a cada una de las rutas programadas en la capital. En el caso de Carmen, lleva 7 años como voluntaria y su punto de encuentro con los usuarios es la estación de Atocha. El objetivo de este programa es un acompañamiento, no una intervención asistencial, nos explica Carmen.

Una vez aclarado este punto y organizados los víveres que vamos a llevar con nosotras, cargamos el maletero del coche y nos dirigimos a la parte trasera de la cúpula de Atocha, donde se reúnen más de 10 personas para pernoctar cada noche. Nos reciben con ilusión, entre abrazos incluso, y no tanto por los alimentos que traemos con nosotras, sino por la compañía que estas cuatro voluntarias les hacen durante unas horas.

Conocemos a Jordi. Tiene 48 años y no tiene contacto con su familia. Ha sido taxista, ha trabajado en una galería de arte, en un bar y en una librería. Pasados los años, la adicción a las drogas y la mala gestión de su dinero y su vida le ha llevado a estar en situación de calle desde hace un lustro. Su mirada es algo despistada pero, cuando conseguimos establecer contactos esporádicos, deja entrever dos sentimientos contradictorios: por un lado la resignación que siente al ser consciente de lo que le ha deparado la vida y, por otro, la fortaleza personal que le ha robado a la dureza de la calle. Eso sí, no se compadece de su situación y se enfrenta a su día a día con determinación y dignidad.

Pedro también acude al encuentro de Atocha. Tiene 33 años, ha trabajado en unos almacenes y como carretillero, pero el dinero que gastaba en el consumo de drogas y alcohol le obligó a vivir en la calle. Formó parte hasta diciembre de un programa de la Agencia Antidroga pero, al pedir el alta voluntaria, se encontró sin trabajo, sin dinero y enfrentándose de nuevo a sus adicciones en solitario. Esta semana ha encontrado trabajo y piensa que esta oportunidad puede ser el motor de su cambio.