Tamayazo

Madrid

Muchos de ustedes quizás no lo recuerden. Yo no podré olvidarlo en mi vida. Hasta en mi último aliento recordaré aquel otro 25 de mayo que trajo consigo una lista más votada, una victoria pírrica, una derrota electoral de Esperanza Aguirre. Después de muchos años, la izquierda iba a recuperar el poder en Madrid. El pacto estaba firmado, el resultado asegurado, no faltaba nada. Hasta que dos diputados socialistas se ausentaron en la sesión de investidura de Simancas y el sueño se esfumó. Así, con un pucherazo monumental, Aguirre ascendió al poder en 2003.

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Ahora, ante otro 25 de mayo, otra victoria pírrica, otra auténtica derrota, la condesa ha optado por dar espectáculo. Superando sus propias cotas de desvergüenza, que no era fácil, se está comportando como una malabarista bebida, que sostiene a duras penas sobre unas varillas más platos de los que es capaz de gestionar. Viajar en un par de días desde el frente anti-Manuela a un gobierno de concentración con la propia Manuela, pasando por todas las estaciones intermedias, con la única excepción de unos fantasmagóricos sóviets que al parecer provienen de un programa que ella confiesa no haber leído, parecería una actitud propia de una persona enferma, mal medicada. Pero les voy a dar un consejo. Antes de reírse, acuérdense del tamayazo. Porque yo también me reí en 2003, hasta que descubrí que Aguirre es como la Bruja Avería. ¿Lo recuerdan? Si se ríe usted, señora, romperá la lavadora, si se ríe usted, señor, romperá el televisor... Hasta que no la vea de jefa de la oposición, yo ni siquiera me atreveré a sonreír.