El coño de la nancy

Madrid

Me unto de crema hasta la última de las arrugas que tengo en la cara. Pongo especial atención en las más pequeñitas, que se queden como están; no quiero que crezcan… Posturas de contorsionista con el brazo en alto; espalda recta, ombligo dentro, hombros relajados…¡Viva el pilates!

Cuando estoy que lo tiro o alguien se percata de que soy una hedonista nata, tengo hasta crema para el contorno de labios. Todas las noches antes de meterme en la cama, me desmaquillo. Que se note que lo primero que voy a hacer es meterme tu polla en la boca, cariño.

Ahora que me he enterado de que podría ahorrarme todos estos ejercicios si me sometiera a cualquiera de las propuestas de estética que hay, insisto aún más en mi teoría de que hay dos tipos de mujeres: las que se lavan los dientes antes de chuparla y las que no.

Llevé más o menos bien las primeras operaciones de estética que sucedieron a mi alrededor. Amigas que succionaron sus pistoleras. Al tiempo empezaron las de las tetas. Había “una con tetas nuevas” en cada grupo: una de mis mejores amigas, una de mis vecinas, una de las novias de mis amigos y por supuesto todo el elenco de compañeras de trabajo que esculpieron sus cuerpos como si no hubiera un mañana.

No hay nada peor que te ofrezcan presentar un prime-time y te pillen sin las tetas puestas.

Ya no hace falta que salga más a pasear con las bolas chinas puestas. Se acabaron las técnicas antiguas de estrangulamiento de vergas. Ahora con un láser o con un bisturí, me devuelven hasta las tres manchas de sangre del pañuelo, si quiero. Eso, un blanqueamiento de ano, un recorte de lo que cae y felicidades…

Ya puedo tener hasta el coño de la Nancy