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La mezquita como cárcel

La población musulmana se refugia en los pocos reductos que le quedan en Bangui, capital de la República Centroafricana

Mpoko,el mayor campo desplazados, con 18.000 personas / NICOLÁS CASTELLANO

Bangui

En un chamizo de palos y plásticos junto a la gran mezquita de Bangui, las vecinas de la choza de al lado están terminando de peinar a Fana Alí. En seguida se coloca el niqab y se cubre el cabello cuando nos acercamos.

La mezquita como cárcel

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Fana Ali tiene 32 años, es del barrio de Miskine, junto a ella está Rahima, su niña más pequeña de sólo 3 años, la única que tiene cerca. "Eran como las diez de la noche cuando empezamos a escuchar detonaciones y disparos, fue cuando llegaron los antibalaka, destruyeron toda mi casa y me robaron todo y tuve que huir. Tengo 6 hijos pero los 5 mayores se fueron con mi marido y están como refugiados en Chad. Yo aquí con la pequeña vivo, como ves, en condiciones deplorables", relata la mujer.

Fana lleva aquí desde enero de 2014, su vida desde entonces son estas las paredes y techos de lona, plástico, el suelo de barro y unos calderos negros del hollín. Dice que está cansada de esperar el poder reencontrarse con sus hijos pero que se tuvo que quedar a cuidar de su madre: "Mi madre está muy mayor y muy enferma por eso no pude irme con mi marido y mis hijos, el mayor de 15 años. Desde que huimos del barrio los musulmanes vivimos como animales, estamos perseguidos y lo peor es que ya ni siquiera aquí nos dan comida, no sé cómo voy a poder seguir alimentando a mi niña pequeña. Mi sueño es volver a casa pero cómo si está totalmente destruida"

La gran mezquita de Bangui, junto al llamado enclave, cerca también del aeropuerto, son los últimos refugios de la población musulmana, que incluso tiene que disfrazarse de cristianos para poder ir al mercado o al médico. "¿Sabes lo que supone para nosotras disfrazarnos de cristianas? Es una ofensa, pierdes tu identidad y traicionas tu fe, pero es la única manera que tenemos ahora para evitar que nos roben o nos maten"; lamenta Ali.

Rahima,su madre Fana y Ashama durante su charla con la SER / NICOLÁS CASTELLANO

Ella se ha atrevido a salir dos veces pero insiste en que tiene miedo a que la maten como lo tiene Ashta, que tuvo que cambiar su nombre y el de su hija para que la atendieran como cristiana en el hospital. "Antes vivíamos juntos pero esto ha desembocado en una guerra religiosa. No sólo vestirte de cristiana, ahora tienes que cambiarte hasta el nombre para que te atiendan bien en el hospital porque mucho personal es cristiano. Al final pierdes tu identidad"; dice Ashta que vive junto a los muros de la mezquita junto a sus 6 hijos.

Insiste en que el problema es la libertad de circulación: "Soy centroafricana y musulmana pero el problema es que nos marginan. Si aparece un musulmán en un barrio mixto es como una serpiente, todo el mundo quiere matarla". Y se arma el debate… unas diciendo que no se dejen manipular que la guerra es por intereses políticos no religiosos. Y de repente irrumpe Mariam: "Dirás lo que quieras pero mi marido me delató, éramos un matrimonio mixtoy cuando vinieron los Anti Balaka él les dijo que yo era la musulmana, por eso me separé de él, es un mal hombre", asegura.

A pocos metros de la mezquita, caminando en el barrio de Fondó se escucha la llamada a la oración en un barrio que ahora es fantasma, sólo casas destruidas, en este caso de cristianos. Giulia, de Oxfam Intermon explica uno de los problemas para que la gente retorne a sus casas.

"Aquí en barrios como Fondó, Boulata, y otros sitios, los rebeldes tiraron los cadáveres en los pozos y contaminaron el agua, y esto para Oxfam es un trabajo muy difícil. Tienes que sacar los cuerpos, comprobar que no haya granadas u otros explosivos y descontaminar. Algunas veces tienes que esperar 3 y 4 meses hasta que el agua sea de nuevo potable"

En la mezquita, en Boulata, en Fondó, barrios destruidos y población desplazada por todas partes, en un país donde una de cada 4 personas está obligada a vivir fuera de sus hogares a causa del conflicto. Fana, Ashma, o Mariam le ponen nombre a los 450.000 desplazados internos y la misma cifra pero de refugiados que tiene este país de sólo 4 millones de habitantes.

*Este viaje ha sido organizado por Oxfam Intermon en colaboración con ECHO, el programa de ayuda humanitaria de la UE dentro de la campaña #hazlesvisibles para dar a conocer la situación de millones de refugiados

 
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