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Flotadores, gafas, sillitas…¿Lo barato siempre es malo?

Jesús Soria se pregunta si comprar barato es siempre un peligro

IStock

Madrid

Esta semana me han enviado una nota de UCE-UCA ( Unión de Consumidores ) en la que nos recuerda las precauciones que debemos tener con los juguetes acuáticos, flotadores y manguitos. Intuyo que, sin decirlo, como todas las asociaciones de consumidores y expertos, nos estamos refiriendo a los productos, sobre todo, de procedencia asiática, que se venden en cualquier lugar pero, sobre todo, es determinados establecimientos.

Hace unas semanas recibía otra nota de los ópticos-optomestristas de este país avisando de los riesgos de las gafas de sol que se venden en determinados círculos y que no solo no ofrecen la protección prometida, sino que se convierten en graves armas dañinas contra los ojos por el “engaño” que supone para la retina del ojo una supuesta protección…¿Os imgináis el origen?

Hace dos semanas planteábamos en Ser Consumidor las dudas que también hay sobre muchas de las sillitas de niños que llevamos en los coches. Nada menos que un 37% de las sometidas a las últimnas pruebas de choque - Crash Test - por diferentes asociaciones de automovilitas habían sido calificadas como “malas” o “muy malas”. Pues bien, la mayoría de estas tienen su origen en China.

Podríamos hablar de cosméticos, herramientas, textiles, piezas de recambio, envases de todo tipo y mil artilugios de procedencia conocida que vienen con el estigma de su procedencia. Pero no es menos cierto que en la red de alerta europea es habitual que las “alarmas” sobre muchos productos cuya seguridad obliga a su retirada, tengan su origen en países asiáticos.

Es verdad que muchos grandes fabricantes y marcas hacen sus productos allí y vigilan las calidades para que el producto final sea similar a los fabricados en Europa, con todos los estándares de calidad establecidos en las normas europeas. Pero no deja de ser también una evidencia que aquí nos llega mucha “basura” en miles de contenedores en busca de un mercado que lo que mira, por encima de todo, es el precio. Y eso, implica ciertos riesgos. No en todo, pero sí en muchas cosas.

El dilema de los consumidores es saber discernir entre lo que es comestible o no; lo que es seguro o no; lo que puede estar fabricado con elementos tóxicos o no; lo que puede saltar por lo aires o no si hay un ligero choque de coches; lo que te proteje o no de los rayos ultravioleta; lo que va a soportar el más mínimo golpe de un ola o no...

No somo especialistas en gafas, ni flotadores, si sillitas de coche, ni juguetes… Tampoco nos podemos fiar del ya manido marcado CE, entre otras cosas porque se falsifica con suma facilidad.

¿Castigamos entonces a un mercado que nos facilita el acceso a muchas cosas que de otra manera sería imposible para muchos usuarios simplemente por su procedencia? Ojo: No es solo el beneficio directo de productos más bararos, hay que valorar los beneficios de la competencia que han generado…

¿No sería mucho más sencillo que hubiera mecanismos de control suficientes – no los hay - para garantizar a los consumidores que todo lo que compramos tiene los níveles mínimos de seguridad?

Sí, buscamos y comparamos, pero nos da la sensación que nos quieren llevar a una encrucijada perversa: si compras barato puedes encontrate una sorpresa desagradable en ciertos productos; si compras caro, la seguridad está garantizada. Y tampoco es eso. Eso es lo que algunos quieren… Es lo que les interesa para sus bolsillos. Pero es justo lo que no nos interesa a nosotros…

 
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