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Economia y negocios

“Caza” al cliente

Jesús Soria da un repaso por las principales trampas a los consumidores

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Madrid

Digo siempre que una mala experiencia personal no es sólo el daño que nos genera en sí, sino la desconfianza que nos crea, a veces de por vida. Los atracadores, los piratas, los “cibercacos” tienen su peligro pero no es tanto por lo que hacen como por la enorme desconfianza que generan.

Y en la vida cotidiana nos pasa lo mismo a los consumidores. Aquí tenemos la triste experiencia que han vivido y viven miles de familias con las preferentes. ¿Van a poder confiar en un banco o en un comercial de cualquier entidad? Algo similar seguramente están sufriendo quienes invirtieron sus ahorros en los sellos de Forum y Afinsa, para cuyos responsables han pedido tropecientos años de cárcel.

Pero en cosas mucho más cotidianas nos pasa lo mismo. Por ejemplo, el mercado está lleno de dietas maravillosas cuyo índice de éxito real está muy lejos de lo que prometen. Con algo más terrible todavía, al margen del dinero que emplean muchas personas en buscar “su” peso: la desconfianza en productos, marcas, profesionales de la salud o la nutrición y la dietética… Al final, se mete a todos en el mismo saco, los que trabajan honradamente y los que van a lo que van… Lamentable, pero cierto.

Y ahí están multitud de productos envasados que dicen tener lo que tienen con cuentagotas, como componentes que apenas son un uno, un dos o un tres por ciento del alimento. Sopas, pastas, etc que utilizan el gancho de algunos productos ( crema de marisco ) para atraer a sabiendas que el marisco brilla por su ausencia.

Lo que comentábamos en un reciente Ser Consumidor: multitud de frutas, verduras, hortalizas que se venden como si fueran de un origen y unas calidades determinadas, procedencias de prestigio, como el melón de Villaconejos, melocotones de Calanda, tomates raf, sandias de Almería, etc, cuando realmente estamos comprando melocotones de otras procedencias, mucho no de Calanda, tomates que no tienen nada de raf y sandias que vienen realmente de Senegal.

Sin hablar del “visto bueno” que han dado a que las conservas no lleven el lugar de origen, que no deja de ser un nuevo atropello a los derechos de los consumidores, por muy difícil que sea, a veces, como en el caso de los pescados, determinar el origen. ¿No es una manera clara de minar la confianza del consumidor? Sí, porque no se juega limpio: detrás hay otros intereses…

Y lácteos con promesas de todo tipo, sin quitar un ápice a sus enormes propiedades; y todos los detergentes, que siempre limpian más que ninguno; y los televisores, que siempre tienen la mejor imagen y el mejor sonido; y todas cámaras, que siempre ofrecen las mejores ópticas y luminosidad; y todas las marcas y modelos de coches, que son siempre los que menos consumen, los más equipados y los que menos contaminan.

Estamos en manos de un marketing agresivo que todo nos lo vende como lo mejor, que hasta cierto punto es comprensible, pero también estamos ante otra versión de “caza al cliente” que no pocas veces se excede prometiendo imposibles que debían ser penalizados por los consumidores. Vender con trampas debería estar mucho más perseguido de lo que está y, desde luego, mucho más castigado por nosotros, los consumidores.

A la vuelta de las vacaciones, también nosotros tenemos que cambiar el chip…

 
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