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Huir paso a paso

Desde que Dhafer Mahamood abandonara Irak hace dos años, ha construido su vida en un país donde se siente como uno más a la espera de obtener el asilo

Muchos refugiados esperan la resolución de sus casos en muchos países europeos que no ponen facilidades. / STEPHANIE LECOCQ EFE

Dhafer Mahamood abandonaba en 2013 el lugar que lo vio crecer. “No deseo volver a Irak, tan solo echo de menos algunos amigos y a mi familia, pero nada más; me gusta España”. Con treinta años Dhafer decidió emprender un camino “entre lágrimas” hacia la incertidumbre que comenzó al despegar un avión desde la ciudad de Samarra con destino Amán, la capital de Jordania. Allí, tras cuarenta días y haber solicitado hasta dos visados, España le concede el permiso para acceder al país.

Refugiados en España

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Era septiembre de 2013 y en ese mismo mes, el día tres, quedó registrada la petición de asilo que hacía Dhafer al Ministerio del Interior.  “Nunca he recibido una repuesta y ya tengo una vida construida en España; no me quiero ir”, explica ahora. A pesar de que la media de espera por una respuesta en el país es de un año, el caso de Dhafer parece seguir el patrón de aquellos que esperan hasta tres o cuatro por una respuesta, como les consta a CEAR, la Comisión Española del Refugiado.

A su llegada a España, fue el apoyo de un conocido y de su compañero de piso y más tarde el de la oficina de asilo con quienes asentó sus primeros movimientos, “paso a paso”, que fue la primera expresión que aprendió en español. “Estaba en la calle. No tenía dinero y el asilo me proporcionó una pequeña ayuda económica y me alojaron en un hotel durante unos días”. Esa ayuda fue de 300 euros, cincuenta euros mensuales durante los siguientes seis meses: “después hubo días en donde solo podía comer arroz” porque las ayudas se terminaron. Ahora, “recibo un subsidio mínimo del estado de 357 euros con los que puedo vivir ‘bien’”, asegura Dhafer, que deja al margen cualquier tipo de bien innecesario para cubrir sus gastos.

Dhafer Mahamood tramita su solicitud de asilo en España desde 2013, momento en el que llegó al país / Cadena SER

Mientras no tiene trabajo y sobrevive gracias a las ayudas también para el transporte y la vivienda, que pueden llegar a cubrir hasta el noventa por ciento del coste, Dhafer asegura que mantiene el contacto con su familia casi a diario para informarles de lo bien que está aquí: “Mis padres y mis hermanos saben que estoy bien, están contentos de que esté en este país y me gustaría traerlos. Todo depende de la residencia”.

Dice Dhafer que una de las sensaciones que más ha apreciado en España es la de “dormir tranquilo”. Porque ahí donde vivía, en Samarra, en la provincia de Slah Aldeen, ya no es seguro. La zona ha sido invadida por el Ejército Islámico, en donde permanece constante la amenaza de un ataque motivado por la disidencia sobre unas ideas impuestas a una población que tan solo sufre las consecuencias. Dhafer recuerda que cuando todavía estaba en Irak, “escuchamos desde donde vivía como una vecina gritaba. Su marido era médico y por ayudar al ejército iraquí cuando sufrían heridas le cortaron la cabeza a las cuatro de la mañana”.

A día de hoy, los hijos de su hermana mayor lloran de desesperación al no poder salir a la calle después de las seis de la tarde. “Mi hermana me llama y no sé qué decirle”, y añade que si obtiene la residencia, “todo será diferente”.

 
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