El paro desespera

Madrid

Hay una diferencia fundamental entre ser vocero o periodista. De hecho, una de las tareas básicas del periodismo es contar las cosas que pasan, pero hacerlo dentro de un contexto. Porque el bombardeo de noticias sin orden ni concierto sólo provoca ruido, puede aturdir, pero no permite extraer muchas conclusiones. Lo importante es conectar una noticia –la que sea- con el plano general, no quedarse sólo en el detalle. Hoy, por ejemplo, si hablamos del paro....pues podríamos decir que no es especialmente grave que haya subido en agosto algo más de 20.000 personas porque se trata de algo coyuntural; ahora acaban muchos contratos de temporada. Pero tampoco es relevante –y provoca un cierto sonrojo- que a primeros de verano se lanzaran las campanas al vuelo por una oleada de contrataciones relacionadas también con la temporada turística que después se han revelado, efectivamente, como coyunturales.

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Lo importante –deberíamos decir- es la tendencia....y la calidad del empleo que se crea, que por desgracia continúa bajo mínimos. Vale, esto sería un ejercicio de contextualización siguiendo las pautas más ortodoxas. Pero, hete aquí, que en mitad de cualquier teoría llega una historia de la vida real y te hace saltar todo por los aires; o mejor aún: te abre los ojos, te despeja dudas, te lo resume todo. ¿Se imaginan ustedes que un pensionista pueda poner un anuncio de prensa ofreciendo 5.000 euros de su bolsillo,¡¡¡5.000!!!, a cualquier empresa que contrate a su hijo...parado? ¿Se lo imaginan? Pues dejen de hacerlo porque este es un caso real, ha ocurrido, y hoy hablaremos aquí en La ventana con su protagonista. No sé a cuánto cotiza el kilo de desesperación, pero esta historia me hace pensar en una cifra muy alta.