El autorretrato de un fracaso

En esa fotografía no aparece solo un niño. Aparecen nuestras políticas de extranjería, nuestras leyes migratorias y así la Unión Europea, sus responsables, nuestros gobiernos. Aparecen los que escriben las leyes, los que las aprueban y aparecemos también nosotros, los que las sancionamos con nuestros votos. Aparecen en esa fotografía centros de internamiento, devoluciones en caliente, cupos de refugiados y los profetas del 'efecto llamada'. Aparece la incapacidad de los organismos internacionales. Aparece con nitidez también en esa fotografía nuestra desmemoria, la de un pueblo, el europeo, que hace solo unos años encontró la generosidad de otros países, el salvavidas que hoy se niega a lanzar a los que se ahogan delante de nuestros ojos miopes.

Aparecen en esa fotografía todos los que han muerto antes, todos los que están por morir, las pateras que se hunden bajo el peso insoportable de sus sueños. Y aparecen esos pocos que se lanzan al mar en su ayuda con un brazalete, unas siglas en la espalda, cuatro barcos y toda la generosidad y valentía que a todos los demás nos falta. Europa es un barco feroz, un mercante sin bandera y sin entrañas. Un crucero de lujo que no detiene sus máquinas para recoger las aguas que le rodean a los náufragos de todas las guerras. Esta fotografía es en realidad un autorretrato, el del fracaso de nuestra sociedad. En esa fotografía aparecemos todos.