¡Qué bonita es la solidaridad!
Perdónenme que les amargue la bella fiesta de la solidaridad universal, donde los futbolistas millonarios enarbolan pancartas de bienvenida ante las cámaras, pero esto es lo que hay
¡Qué bonita es la solidaridad!
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Madrid
Un solo punto de agua en un extremo del poblado. Sin alcantarillado, sin calle, sin acera, sin alumbrado. No hay duchas ni servicios ni siquiera una triste letrina colectiva. Así viven 435 personas, entre las cuales casi 300 son niños. La máxima preocupación de sus padres es protegerlos por la noche de las ratas hambrientas que merodean por el campamento. Más de uno se ha llevado un mordisco mientras dormía.
No hablo de Grecia, ni de Serbia ni de Hungría. El poblado del Gallinero, donde la gente vive en condiciones mucho peores, está a 13 kilómetros de la Puerta del Sol. Perdónenme que les amargue la bella fiesta de la solidaridad universal, donde los futbolistas millonarios enarbolan pancartas de bienvenida ante las cámaras, pero esto es lo que hay.
Los gitanos rumanos del Gallinero no amenazan al bienestar de los países más ricos de la Unión Europea y no le importan a nadie, como los náufragos de Lampedusa, como los subsaharianos que escalan la valla de Melilla.
Ya sé que la cantidad es un factor decisivo, pero más decisivo resulta que la moda solidaria empiece y termine en los refugiados sirios, sin promover debate sobre el derecho a migrar o las vías reales de actuación de los países ricos en el desarrollo de los países pobres.
Nos tocan 15.000 y nos van a subvencionar por acogerlos. Punto y final. ¿Algo más? Sí, ahora Al Asad es amigo, mañana será aliado, pasado mañana iremos a su lado a la guerra. ¡Qué bonita es la solidaridad! ¡Qué asco!