¿Pero qué argumentos son esos?

Madrid

Los políticos deberían ser obligados, unos meses después de participar en una campaña electoral, a afrontar lo que dijeron durante la misma. Ya sabemos que a muchos de ellos les resulta ajeno el sentimiento de la vergüenza, pero aun así algunos de ellos se quedarían avergonzados de lo rastrero o temerario que fueron los argumentos que utilizaron. La campaña catalana no es distinta, sino acaso peor. Está llena de argumentos imprudentes, faltos de fundamento. Conste que, pese a todos, algunos políticos, aun en circunstancias tan difíciles, están superando la prueba y algún día se merecerán un sentido homenaje.

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No es el caso, desde luego, de Artur Mas, cuyo discurso es cada día más difícil de seguir y de comprender. Ayer, por ejemplo, y a propósito de la amenaza de impago de la deuda que había formulado horas antes, puntualizó: “No pagar la deuda perjudicaría a Cataluña, de acuerdo, sí. Pero también perjudicaría a España y también a la Unión Europea”. ¿Se puede saber qué argumento es ése? ¿Cómo puede un político explicar que algo será malo para todo el mundo, pero que en eso estriba su gracia?

No se trata de discutir aquí de cuántos miles de millones de euros perdería cada uno, sino de algo mucho más urgente y necesario: de la necesidad de convencer a los ciudadanos para que, se sientan próximos a una idea o a otra, estén donde estén, se nieguen a aceptar disparates como si fueran argumentos.