La independencia: un acto de fe

Madrid

Anoche debatieron el ministro español de Exteriores y el número 5 de la lista de Artur Mas, Oriol Junqueras, líder de Esquerra Republicana. Primer debate entre un representante del Gobierno español y el más veterano independentista de Junts Pel Sí. Bienvenido, aunque tarde sean los debates.

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En el de anoche en 8tv, de factura de intención impecable, los contendientes se enzarzaron básicamente sobre la nacionalidad y la pertenencia a Europa. Y con algún destello surrealista. El partidario de irse de España, Junqueras, defendiendo todo el rato cómo conservar la nacionalidad española y el defensor de la unidad de los españoles explicando sin mucha precisión su pérdida.

En fin, en un proceso tan emocional da la impresión de que ni unos ni otros han pensado mucho, o no han querido pensar, sobre las consecuencias reales para los ciudadanos de una secesión inconstitucional. Unos porque se conforman con pedir a los catalanes un acto de fe, un salto al vacío. Les basta decir: no sabemos cómo ni cuándo, ni exactamente cuánto nos va a costar, ni quién nos apoyará, pero, créanme después, algún día nos irá mejor. Y otros porque han descubierto tarde que el suflé no bajaba y ahora hay que argumentar a prisa y corriendo, en tromba.

La nacionalidad española está recogida en la Constitución, sí, pero se puede cambiar, como todo, y obligar a elegir a unos catalanes hipotéticamente independientes entre una nacionalidad y otra.

Quedan tres días para las elecciones, y no sabemos si la legislatura que salga del domingo seguirá con los recortes en Sanidad y Educación, que la Generalitat aplicó aquí con fiereza, si ayudará a los parados, si abrirá y cómo las ventanas para acabar con la corrupción, si se revertirá la privatización que Mas hizo de la gestión del agua, si van a ayudar a Barcelona para que la avaricia del turismo no la convierta en un parque temático.

Hay muchos catalanes para los que el ahora o nunca consiste básicamente en llegar a fin de mes con dignidad, pero no dentro de 18 meses, este mes y el mes que viene. Y ellos y aquellos que no pasan estrecheces tienen derecho a ser tratados como adultos inteligentes y a que les convenzan con argumentos y datos, para acudir a votar, de verdad, en libertad.