La ley del más fuerte

Madrid

El término “indignado” hizo fortuna en plena crisis para definir un estado social, el del cabreo, y una reacción civil, que es la protesta. Y tengo la impresión, vamos, el convencimiento, de que sigue habiendo motivos para indignarse.

Ya sé que cada caso es distinto, ¿eh?, pero no me negarán que llevamos una racha donde reparten estopa a los ciudadanos por tierra, mar y aire. Hace un tiempo, fueron las preferentes de Bankia: miles de personas que vieron esfumarse sus ahorros engañados –o confundidos- por una entidad financiera.

Hoy son los que conducen un Volskwagen, o un Seat… o cualquiera de los millones de coches trucados que el gigante alemán ha puesto en el mercado quienes se sienten estafados. Pero es que además ayer entrevistamos a los pobres afectados de la talidomida, que van a quedarse sin ver ni un euro de indemnización porque ha prescrito el delito del que fueron víctimas.

Y hoy nos topamos con la condena por fin, después de un montón de años a los máximos responsables de Fórum Filatélico. Según la justicia deberían pagar más de 2.000 millones de euros a los más de 200.000 afectados, pero a efectos prácticos me temo que va a quedarse como un brindis al sol. Y la conclusión de todo ello es que al ciudadano de a pie le faltan mecanismos de protección, de respuesta y sobre todo de resarcimiento cuando le atropellan, o le roban, o le dan gato por liebre.

Porque es un combate desigual y porque tiene que ver, entre otras cosas, con la soberbia de las grandes corporaciones, con la codicia de los bancos, con la corrupción política, con la lentitud de la justicia, y con un sistema así en general, hablo de política, de economía, de todo… que cada vez se parece más a una selva. Por eso lo que impera es la ley del más fuerte.