Cortar por lo sano

Madrid

No es inteligente llorar sobre los platos rotos, pero resulta difícil sonreír mientras una vajilla completa se balancea en una cuerda floja. ¿Se acuerdan del eterno retorno de Niestzche? En el bachillerato estudiamos que el mundo se extingue para volver a crearse, que los mismos acontecimientos se repiten en un ciclo constante de destrucción y regeneración.

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No sé si a Inés Arrimadas le gusta la Filosofía, pero el domingo pasado, cuando exigió nuevas elecciones en Cataluña, sospeché que nos habíamos quedado atrapados en un bucle particularmente siniestro de la teoría niestzchiana. Después, cuando imputaron a Mas por el referéndum del 9 de noviembre, para propulsarlo al cielo de los mártires cuando más hundido estaba, la sospecha se agravó. La guinda ha sido la efemérides del fusilamiento de Companys, que coincide con la declaración del presidente de la Generalitat. En ese momento, decidí que ya no podía más.

Es fundamental que se celebre un referéndum legal en el que los catalanes puedan expresar libremente su voluntad. Lo era hace dos años, lo es hoy y seguirá siéndolo mañana. Esta es la última columna que escribo sobre la independencia de Cataluña. No porque no tenga nada más que decir, sino porque el ruido sólo sirve para prolongar una pesadilla en la que Rajoy y Mas se apuntalan mutuamente, beneficiándose por igual de nuestra asfixia. Cada insulto es una caricia, cada agresión es un mimo, cuanto peor están las cosas, más suben ellos en las encuestas, y ya está bien. Cortemos por lo sano mientras podamos. Porque luego, a lo peor, ya no habrá por dónde.