Impunidad para matar

Madrid

Ya se sabe que en cualquier guerra la primera víctima siempre es la verdad; pero incluso en la mentira existen grados que la pueden convertir en más o menos repugnante. Les supongo enterados del ataque este fin de semana a un hospital de Médicos sin Fronteras en Afganistán, en la ciudad de Kunduz, por parte de aviones norteamericanos que provocó casi una veintena de muertos. Bueno, la versión oficial – a la espera de que concluyan las investigaciones- sigue siendo la de un "error con daños colaterales", pero cada vez hay más voces –y más datos- que lo ponen en entredicho. Desde el rumor –desmentido por la propia ONG- de que había combatientes talibanes en el interior del centro sanitario, rumor difundido en un primer momento por el gobierno afgano; hasta el supuesto desconocimiento de las coordenadas del hospital por parte de los militares estadounidenses. Médicos sin Fronteras asegura no sólo que estas coordenadas eran conocidas –como parece obvio- sino que con los primeros bombazos ya se les advirtió de lo que estaba ocurriendo, a pesar de lo cual el ataque –en sucesivas oleadas- se prolongó durante media hora.

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Así que llegados a este punto, si no nos tragamos la excusa del error – y resulta muy difícil hacerlo- pues yo creo que nos encontramos ante un crimen de guerra; es decir, lo más asqueroso que puede generar un conflicto bélico y además lo último que necesita la imagen de Estados Unidos –y de la OTAN- en un país que lleva 14 años en guerra y que ha vivido otros episodios similares: bombardeos en bodas, en fiestas o reuniones tribales, con abundancia de víctimas civiles. Con todo, lo peor de esta tragedia quizás sea la sospecha de que sus responsables vayan a quedar impunes; como quedaron, por ejemplo, los militares que mataron al cámara español, José Couso, en Irak. Sería fantástico que Obama, antes de salir de la Casa Blanca, compensara esta matanza de trabajadores humanitarios con la única moneda posible: la justicia. Pero, sinceramente, tengo pocas esperanzas.