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Economia y negocios

Carne roja y procesada: desinformación, evidencias y ¡muchos intereses!

La industría cárnica se ha visto perjudicada con las últimas declaraciones de la OMS. / EFE

Madrid

Cualquier observación sobre un posible peligro en el consumo de cualquier alimento crea alarma. Si el consumo de ciertos alimentos se relaciona con el cáncer, la alarma se dispara. Es lo que ha pasado con el último informe de la OMS ( Organización Mundial de la Salud ). Una ingesta determinada de carne roja y, sobre todo, carnes procesadas, tiene incidencia en determinados tipos de cáncer. Las afirmaciones vienen de un estudio sobre 800 informes, elaborado – nos dicen- por profesionales cualificados y ajenos a cualquier interés externo.

Demostrada, aunque algunos lo sigan poniendo en duda, la incidencia del consumo de estos productos, en mayor o menor medida, con ciertos tipos de cáncer, sobre todo el colorectal, caben algunas dudas y reflexiones sobre lo que ha pasado en la última semana.

Hay quien pone en duda estas afirmaciones alegando que se no han realizado “ensayos científicos” que determinen el riesgo de una forma más rigurosa; hay quien se plantea si las “publicaciones” existentes sobre el tema no pueden tener un sesgo peligroso marcado por las zonas del mundo de donde se sacan los datos…

Sin duda, hay muchos “interesados” en sacar los colores a la OMS y sus informes, pues chocan directamente contra sus intereses. Pero no deja de ser cierto que estos problemas vuelven a poner en entredicho, con razón, sus mecanismos de comunicación. No obstante, da igual que sea la OMS quien se ha equivocado o que los periodistas no hayamos sabido entender sus mensajes. En sus apariciones públicas creo, por ejemplo, que les ha faltado la “finura” suficiente en un tema tan importante y polémico: no han sabido marcar las diferencias entre unas carnes y otras; ni tan siquiera en remarcar de qué tipo de carnes hablamos (se ha puesto el foco en las de ternera, casi olvidando las de cerdo, cordero, caballo, cabra…) y no se ha sabido enfatizar en las diferencias abismales entre las carnes rojas sin tratar – que son la mayoría de las consumidas – y las procesadas, es decir, las transformadas por procesos como el salazón, el curado, el ahumado o la fermentación. Y un caso así no puede dejarse a la interpretación de los consumidores.

Pero, sobre todo, parece que se ha puesto el ojo exclusivamente en la carne y se han olvidado en gran parte en remarcar que los peligros quizá están más en los tratamientos de la carne, que parecen fuera del problema. ¿No habría que poner mucho más el ojo en los conservantes, excipientes, antioxidantes…?¿No es en muchos casos esa “química” con la que se trata a los alimentos la verdadera causante de muchos problemas de salud de los que hablamos?¿No sería entonces justo hablar de ellos y poner a cada uno en su sitio?

Creo también que desde la OMS no se ha aclarado bien lo de las cantidades -¿o es lo mismo consumir 50 gramos de carne magra que consumidor 50 gramos de panceta o salchichas? -, ni se han aclarado bien las diferencias de los procedimientos de elaboración de los propios platos - ¿o es lo mismo hacer una carne guisada que abrasarla o quemarla en una plancha?- , hasta el punto que pocos días después tuvieron que aclarar algunas dudas que ellos mismos habían generado. Y eso no es solo un problema de los periodistas, que también necesitamos que las cosas nos las expliquen bien…

Quizá la OMS y las autoridades sanitarias en general deberían plantearse de verdad el conseguir que todo lo que hay alrededor de la alimentación se analizara sin miramientos y sin miedos a dañar a tal o cual colectivo, ajenos a las presiones. Tenemos la sensación que hay decisiones y políticas en materia de salud y alimentación muy condicionadas por los intereses de unos y otros y que lo principal, la salud, no es el elemento esencial, sino uno más…

Y luego están los colectivos médicos o los más directamente relacionados con la nutrición, algunos de los cuales tampoco contribuyen mucho a aclarar las cosas. Sobre todo por los dispares mensajes que les oímos. Un ejemplo: en pleno debate sobre el asunto, podíamos leer cómo un profesional de la asociación del mundo de la alimentación recomendaba que los pequeños dejaran los dulces – que está muy bien – para sustituirlos diariamente por los bocadillos de preparados cárnicos “procesados” en cantidades que ya claramente sobrepasan los recomendados por la OMS. ¡Ganas de liar más la cosa!.

Y no olvidemos a los colectivos del sector de la carne que, en vez de tratar siempre de culpar a los demás, deberían buscar alternativas para que todos sus productos sean presentados al consumidor sin la mínima sombra de duda. Y para salir de este nuevo bache, tienen que poner toda la carne en el asador de su credibilidad.

Claro, sin olvidar los mensajes interesados o simplemente dictados por ciertos colectivos. Hay muchas declaraciones de profesionales claramente “interesadas”. Y desde la propia clase médica. Y eso, además de complicar la comprensión y la búsqueda de una salida al problema, nos llena de dudas. Y las dudas retraen el mercado y el consumo. Y eso no le interesa a nadie...

 
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