Pues sí, Rajoy tendrá que volver a hablar de corrupción

Madrid

Decididamente, Mariano Rajoy es un tipo peculiar. Un día decidió aislarse en La Moncloa, cuando del cielo llovían piedras y el conjunto Gürtel-Bárcenas ofrecía a los periódicos extraordinarias primeras páginas, hasta que un día eligió, directamente, la vía de la falta de vergüenza.

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Y en esa fase estamos ahora, agudizada por la cercanía de las elecciones. Sólo así podemos entender que ante millones de espectadores, pueda sostener impávido que él “ha sido muy duro con la corrupción". También afirmó que ha dejado trabajar en libertad a jueces y fiscales. ¿Nos lo dice o nos lo cuenta el presidente del Gobierno? Bárcenas -digamos de nuevo que fue Rajoy quien le ascendió a tesorero- fue imputado en 2009 y todavía en 2013 seguía cobrando una pasta del partido. Aquella vergüenza del despido diferido, ya saben.

También podemos recordar cómo en Génova se rompían a martillazos los discos duros del ordenador del tesorero, o cómo el PP ha puesto todas las trabas inimaginables, ejecutando las directrices de Federico Trillo, premiado con una embajada en Londres, a todos los jueces y fiscales que han tocado la corrupción del PP.

Estas cosas son las que Rajoy no está dispuesto a debatir en debates públicos con quien pueda apretarle. Mejor asistir a entrevistas alfombras o a formatos inanes, donde nadie pueda apretarle, por ejemplo, con la bochornosa y multimillonaria financiación de su partido.