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MIÉNTEME CINE

Un español en el Capitolio

Carlos López-Tapia analiza el tratamiento que se le ha dado en el cine a los héroes de la independencia.

Cadena SER

Madrid

En los últimos meses están pasando por nuestros canales de televisión dos series con el mismo contenido histórico: la independencia de Estados Unidos del imperio británico. Turn, (Espías de Washington) y Sons of Liberty. Coinciden con la reivindicación histórica del único español con una estatua en la capital estadounidense, donde comienza el audio de la sección.

MIÉNTEME CINE (22'18')

22:18

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El cine popular no ha prestado tanta atención a la formación de la potencia imperante en el último siglo como a otros momentos de su historia. "Revolución", de 1985, destaca por su punto de vista poco maniqueo, frente al aparato montado con Mel Gibson en "El patriota", de 2000, que indignó a los espectadores ingleses por secuencias como la comentada en el audio. Queda más lejos "Independence" de John Huston, y no digamos "Los inconquistables" en 1947 con Cecil B. DeMille detrás de la cámara y Gary Cooper delante.

La energía de los primeros americanos se manifestó en su mejor forma política durante este periodo. La comparación con el Viejo Mundo permite aclarar contra qué estaban luchando. Inglaterra era un país tan "malo" como los demás, y sus estadísticas eran vergonzosas. Su población en aquella época era aproximadamente de nueve millones de habitantes, pero de todos ellos apenas unos doscientos mil tenían derecho al voto. Esta minoría, un 2,2 por 100 de la población, ocupaba todos los cargos importantes del gobierno, el ejército, la marina, la Iglesia, los tribunales y la administración colonial.

Estatua de Bernardo de Gálvez en Washington

Estatua de Bernardo de Gálvez en Washington

Estatua de Bernardo de Gálvez en Washington

Estatua de Bernardo de Gálvez en Washington

En Francia los grados de oficial en el ejército estaban reservados exclusivamente a aquellos que podían demostrar cuatro generaciones de antepasados nobles. En Hungría sólo los nobles tenían derecho a ocupar los ministerios, colmaban los cargos en la Iglesia, el ejército y las universidades, además de estar exentos de impuestos. En Alemania el conde de Nassau-Diegen ejecutó a un campesino sólo para demostrar que podía salir impune. En Venecia, que contaba entonces con una población de unos ciento cincuenta mil habitantes, sólo tenían derecho a participar en el Gran Consejo mil doscientos nobles. En los Países Bajos que prestarían a la nueva república americana sumas de dinero sustanciales, había libertad de prensa, universidades gratuitas y un nivel de alfabetización alto; la brecha entre ricos y pobres no era tan extensa pero incluso así, Ámsterdam todavía estaba gobernada por treinta y seis hombres que ocupaban cargos hereditarios y vitalicios.

Los validos de Carlos III de España gobernaban un imperio absolutista con aspiraciones de ilustración que quedaban definidas en la expresión "Gobierno para el pueblo pero sin el pueblo", y que incluía casi la mitad de los Estados Unidos actuales. No resulta muy difícil entender por qué Franklin, Jefferson, Washington y demás querían ser diferentes. Contaban con algunas ventajas: Era un territorio sin monarquía, en el que no existía una Iglesia establecida y, por tanto, tampoco una jerarquía eclesiástica. Sin imperio, sistema jurídico, pompa ni tradiciones propias, fueron los primeros en dar un salto constitucional "moderno" y extender un pensamiento basado en el éxito al margen de la nobleza sanguínea.

La familia malagueña de los Gálvez era parte importante del gobierno que basculaba en Madrid entre apoyar la revolución americana para debilitar a Inglaterra, no apoyarla demasiado para evitar el contagio a sus propias colonias, y aprovechar para asegurar bajo la corona borbónica Luisiana, florida, Texas y Nuevo México, o lo que es lo mismo, la mitad más productiva en bienes del norte del continente americano.

El resultado fue un apoyo en hombres y material a los revolucionarios de Washington superior al de cualquier otra nación, incluida la Francia del popular Marqués de Lafayette, pero sin llegar a reconocer el nuevo país formado por las colonias unidas bajo una nueva bandera de trece barras y estrellas.

Bernardo de Gálvez, gobernador de Luisiana, ha sido "resucitado" históricamente en los últimos doce meses gracias a la participación de muchas personas e instituciones. El libro sobre su figura, "Bernardo de Gálvez, de la apachería a la independencia de los Estados Unidos" (Edaf), cuya editorial nos ofrece algunas páginas recomendadas nos lleva a un mundo bastante desconocido incluso para los aficionados a la historia. La casa de América inauguró hace unas semanas la exposición dedicada a su figura, montada desde el Instituto de Historia y cultura militar, que es donde Paqui Ramos localiza la reconstrucción de una trinchera de la época, junto a sonidos y objetos relacionados.

Recreación de una trinchera en Casa de América

Recreación de una trinchera en Casa de América / Paqui Ramos

Recreación de una trinchera en Casa de América

Recreación de una trinchera en Casa de América / Paqui Ramos

En Washington nos acompaña Teresa Valcarce, que se define a sí misma como "lobbysta" y que ha jugado un papel importante en la recuperación del personaje desde la Asociación Bernardo de Gálvez  y desde el Congreso norteamericano, donde el mes pasado el presidente Obama firmó la ciudadanía de honor del militar que atacó al ejército inglés en el sur, facilitando el triunfo de Washington en el norte.

El Teniente Coronel José Manuel Guerrero, historiador y comisario de la exposición sobre Gálvez, nos propone este recorrido por el resultado de varios meses de trabajo histórico:

Aquí puedes ver otros vídeos de la visita a la exposición.

La declaración de Independencia de Estados Unidos fue firmada en 1776, y esa cifra fue la que sirvió de título al popular y muy premiado escritor norteamericano David McCullough, (Belacqva 2006), para novelar unos meses que abrirían caminos para que el siglo XIX resultara el de la gran transición a nuestra época.

 
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