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SOFÁ SONORO | CRÍTICA

El Guernica de David Bowie

El músico inglés edita este viernes ‘Blackstar’, uno de sus trabajos más peculiares

David Bowie durante un concierto en Austria en 1996 / LEONHARD FOEGER Reuters

Si miras el Guernica de Picasso durante un minuto apenas ves blancos, negros y grises, sombras raras y la cabeza de un caballo mal pintado. Si observas el cuadro durante una hora descubres sensaciones, sentimientos y el horror de una guerra. Hay obras que requieren tiempo, pausa y observación para que te revelen una realidad que no se muestra a primera vista. El nuevo álbum de David Bowie es su Guernica, su obra más compleja.

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Con el paso de los años la mayoría de los artistas tiende a mirar al pasado, a editar álbumes de versiones de las canciones que marcaron su infancia o discos que recuperan el sonido que les consagró en su juventud. No abundan en el mercado los músicos que pasada la edad de la jubilación tomen riesgos artísticos en busca de nuevas direcciones. El riesgo, con los años, asusta y se antoja innecesario cuando hay más que perder que ganar.

Sofá Sonoro: Crítica disco David Bowie

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David Bowie siempre ha sido una excepción a casi toda regla y a sus 69 años recién cumplidos acaba de editar 'Blackstar', un álbum de siete canciones que huyen de toda etiqueta en busca de nuevas rutas musicales. La nueva entrega del compositor británico es una joya difícil de categorizar. "Hemos huido del rock todo lo que hemos podido", apuntaba Tony Visconti, productor, hombre de confianza y portavoz de Bowie.

El Guernica de David Bowie

La génesis de 'Blackstar' se encuentra en un club de jazz de Nueva York en el que Bowie reclutó a los músicos que le acompañan en esta nueva aventura. Unos tipos que cautivaron al inglés y que tiñen las canciones de un nuevo sonido marcado por el saxo y las rutas salvajes y libres por las que fluye la voz de un Bowie al que desde hace una década solo se escucha en sus discos, este último y el inesperado 'The Next Day' (2013).

En este tiempo Bowie ha ido rodeándose de misterio y rumores, ni ha actuado en público ni ha concedido entrevistas. Para saber de él hay que acudir a sus canciones y a los extraños vídeos que los ilustran. Las de 'Blackstar' son tan buenas como las mejores de su carrera, pero tan misteriosas, raras y vanguardistas como el propio cantante. Los siete cortes de esta nueva entrega se mueven entre el freejazz de 'I cant give eveything away' o 'Tis a pity she was a whore', el hipnotismo de 'Lazarus' o la sensibilidad de 'Dollar days'. No hay rock y por momentos algunos pasajes recuerdan a Nick Cave, pero todas ellas tienen la marca de Bowie, un pulso extraño, un ritmo libre y una puerta de acceso distinta que puede costar cruzar, pero que una vez atravesada muestra un paisaje tan diferente como el de aquel laberinto en el que el Duque Blanco jugaba con sus propias reglas.

El mundo musical de Bowie siempre ha ido en una dirección propia, siempre a la carrera, como escapando de su propia sombra, rompiendo con sus propios personajes, buscado algo nuevo y diferente. En esos viajes a otros mundos, el inglés ha ido firmando una de las discográficas más peculiares de la historia de la música, una obra en constante evolución que no sigue reglas, que se escapa siempre a lo que el mundo puede esperar de él aunque nadie espere nada, aunque sea capaz de desaparecer en un mundo hiperconectado y volver a su antojo y por sorpresa con música que sigue a la vanguardia, que sigue marcando direcciones para que otros las sigan para que cuando lleguen, buscando su sombra, él ya no esté allí.

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