Sepamos quién lo dijo

Madrid

La frase más llamativa de Artur Mas no fue aquella en la que decía que “lo que no había obtenido en las urnas pudo ser corregido con una negociación”. Corregir las urnas suena mal, es verdad, pero la idea de fondo es bastante cierta. Todas las alianzas parlamentarias permiten a un candidato obtener lo que las urnas no le han dado directamente, el gobierno. No, lo más extraño que dijo Artur Mas pasó más desapercibido: “Lo estoy haciendo bien porque hago el bien”, dijo. Esa frase sí que debería ser objeto de un análisis muy severo: un político que se define a sí mismo como el que “hace el bien” es un político bastante peligroso. La historia suele demostrar que los verdaderos responsables del triunfo del mal, escribió un autor alemán, no son sus ejecutores, sino los clarividentes espíritus que sirven al bien. Sería muy tranquilizador que Artur Mas deje de sentirse un espíritu clarividente y se sitúe en el muy aceptable plano de la política.

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Asombrosa fue también, en otro sentido, la frase que nos contó la portavoz de la CUP, Anna Gabriel: “Se nos dijo que la cabeza de un israelí (Mas) valía por diez cabezas palestinas (se supone que las de los políticos de la CUP)”. Anna Gabriel debería explicar quién dijo exactamente esa frase porque si no la sospecha de virulento racismo se podría extender por toda la dirección de Junts Pel Sí, lo que seguramente es injusto. Detrás de esa frase, en el fondo, hay la misma terrorífica idea de unas personas que valen más que otras, porque unas son clarividentes benefactoras de la humanidad, mientras que los demás se miden al peso, de diez en diez cabezas por ejemplo.