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Palomares: una contaminación radiactiva sin fecha de caducidad

Se cumplen 50 años del accidente de dos aviones de la fuerza aérea de EEUU que provocó la caída de 4 bombas termonucleares, 2 de las cuales detonaron y dejaron escapar material radiactivo. Greenpeace exige transparencia y que Estados Unidos asuma responsabilidades por la contaminación.

Un simple alambre y un cartel indican el principio del área de acceso restringido por contaminación en la llamada "zona 6" de Palomares (en territorio montañoso). / Greenpeace

Madrid

La organización ecologista Greenpeace ha realizado un informe sobre los 50 años del accidente de Palomares (Almería), en el que analiza lo ocurrido y la gestión posterior de las zonas contaminadas. El documento destaca dos puntos que la organización considera esenciales: por un lado, la necesidad de que haya transparencia; y, por otro lado, que EEUU asuma sus responsabilidades. Raquel Montón, responsable de la campaña de Energía Nuclear de Greenpeace, ha asegurado, en declaraciones a Matinal SER, que "la contaminación no tiene caducidad, y tampoco debe tenerla la responsabilidad. Los responsables y propietarios de aquellas bombas eran los Estados Unidos de América y deben asumir esa responsabilidad mientras dure la contaminación que, por desgracia, dura para siempre. Y, por otro lado, dado que es imposible la gestión o una solución para los resíduos nucleares, es imprescindible la transparencia de todas las instituciones para que la población y los ciudadanos sepamos cuáles son nuestros riesgos, cómo debemos comportarnos y cuáles son las utilidades que podemos dar a estas tierras".

Entrevista a Raquel Montón, responsable de la campaña de Energía Nuclear de Greenpeace

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El pasado 19 de octubre de 2015, el secretario de Estado de EEUU, John Kerry, y el ministro español de Exteriores, José Manuel García Margallo, firmaron un documento en el que ambos países se comprometen a alcanzar, tan pronto como sea posible, un acuerdo para rehabilitar la zona de Palomares. Algo que, explica Montón, no es más que una declaración de intenciones, porque "ese acuerdo lo podría romper o cancelar cualquiera de las partes, está sometido a una disponibilidad de fondos, si es que los hubiera. Es decir: no hay un compromiso real".

Greenpeace considera contradictorio que se diga que no hay riesgo para la población próxima a la zona afectada, mientras que se han incremetado las hectáreas de terreno expropiadas y se ha planteado una nueva limpieza de la zona. Raquel Montón ha insistido en la "falta de transparencia o de claridad, no sabemos si de buena fe o intentando ocultar algo, pero es una realidad que allí hay una contaminación; es una realidad que posiblemente no haya riesgo para la población; pero, es posible que no haya riesgo en unas determinadas condiciones, que son las que tienen que ser explicadas. Si no hay riesgo, habría que plantearse si es necesario volver a limpiar; si lo tenemos que limpiar, decir en qué condiciones quedaría aquello. No es verdad que se pueda limpiar definitivamente. No es verdad que se pueda quitar la contaminación para siempre. Y posiblemente sí es verdad que se puedan mejorar las condiciones en las que se encuentra la zona".

Una valla y un cartel restringen el paso a la denominada "zona 3", el área con contaminación radiactiva más próxima a la localidad de Palomares (Almería) / Greenpeace

Los análisis que se han realizado a lo largo de los años a la población muestran que no se han detectado niveles significativos de radiación, pero Greenpeace quiere que que se conozcan los resultados detallados de las pruebas realizadas a los ciudadanos, y que se haga un estudio epidemiológico, en una zona en la que llegaron a detonar 2 bombas termonucleares, esparciendo una gran cantidad de plutonio.

Por otra parte, la responsable de la campaña de Energía Nuclear de Greenpeace, Raquel Montón, recuerda que el propio CIEMAT reconoce que las vallas instaladas para delimitar la zona afectada no detienen la dispersión de la contaminación fuera de las zonas restringidas. La organización ecologista alerta de que ésta puede llegar a las personas a través del aire, de los alimentos o, incluso, de heridas en la piel. "Las vallas no contienen nada. La dispersión de la contaminación por vía aérea o por otras vías es perfectamente posible. Las vallas tienen agujeros. Están diseñadas o puestas para que no se pueda acceder a esas zonas. En la zona 6 ni siquiera cumplen esa función, porque no son vallas, sino un alambre enganchado a un cartel, luego ni siquiera impide el paso a la zona", señala Montón.

Carlos Cala

Carlos Cala

Empieza en la radio en 1992, en la emisora de la Cadena SER en Morón de la Frontera, trabajo que simultanea...

 
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