Sánchez bisiesto

Madrid

Este año, 2016, Pedro Sánchez podrá hacer fiesta de cumpleaños. No siempre puede: es un hombre bisiesto. Nació un 29 de febrero. Hay un Club Mundial de Bisiestos en el que sus miembros llevan a rajatabla su calendario personal. El presidente, por ejemplo, se sacó el carné de conducir antes de los cinco años y se jubiló antes de los 18.

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Viendo el estado en que se encuentra España alguien podría decir: "Esto lo arregla un chico de 10 años. Tráiganme a un chico de 10 años". Y eso efectivamente es lo que se ha hecho, si bien con trampa. Pero a lo mejor lo que hace falta es la ingenuidad fallida de un hombre así.

Hay algo metafórico en esos cumpleaños suyos que no celebra. Hay una vida subterránea de Sánchez que por un capricho del calendario no emerge. Hay dos mitos relacionados con los niños del bisiesto: uno decía que los que nacían en esos años tenían poderes sobrenaturales; otro los relacionaban con fenómenos naturales terribles.

Hay pocos políticos españoles a los que se haya matado durante tanto tiempo más que a Sánchez, y desde luego casi ninguno ha tenido que fajarse tanto a su espalda como él; ha vigilado con más celo a los compañeros que a los enemigos. Yo creo que está en el partido correcto y rodeado de los enemigos perfectos: quien sobrevive a los barones del PSOE, sobrevive a España. Aquí se está desarrollando un ejercicio político de fineza, equilibrismo, hipocresía, inteligencia y supervivencia digno de admiración.

Estar en esta posición hoy, con 90 diputados, después de nacer prácticamente muerto, en aquellas primarias suicidas contra Madina, me parece que le da una carta de confianza. Crecer sin cumpleaños es duro; eso da carácter. Y las posiciones débiles, esas posiciones en las que todo el mundo dice que el partido te va a devorar, los votantes a castigar y a Pablo Iglesias no le vas a durar un bocado, se le dan bien a Sánchez. Cuantas más esquelas le colocan se le ve mejor salud. Serán los diez años.