Nuevos partidos y viejos, muy viejos métodos
José María Izquierdo fija su ojo sobre Podemos y sus disputas internas
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Madrid
Nada hay de raro en que Podemos, un partido surgido de la nada en cuatro días, que ha tenido un éxito más que notable en las urnas, formado por una amalgama impronunciable de siglas y tendencias -por no hablar de las variantes regionales, esas mareas de vida propia-, experimente desgarros, rupturas y muestre de manera descarnada las grietas propias de un terreno que todavía está asentándose. Lo que asombra a este Ojo son otras cosas.
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Por ejemplo, la sorpresa en constatar que un partido que presume hasta el hastío de participación popular y de luminosa democracia interna, actúe con el rigor –mortis, que dirían Les Luthiers- de aquellas otras formaciones que vimos funcionar en tiempos pretéritos ya olvidados. Fulminar al secretario de Organización, el tercero en el orden jerárquico, con un comunicado en el que se le culpa de todos los males y se airea su “gestión deficiente”, es más propio de un partido totalitario que de uno democrático. “Purga leninista”, dirán en la derecha, y desgraciadamente a eso suena. Como resulta inaudito el silencio atronador de los militantes, de siempre hiperactivos hasta la enfermedad en las redes sociales, ayer extrañamente mudos.
¿Nadie, excepto alguna voz muy aislada, tiene nada que decir a favor del defenestrado y todos comparten los métodos del líder carismático?
¿Es éste el partido de las “voces plurales” de las que presumía Iglesias?