Acuerdo sin convencimiento
El acuerdo alcanzado entre la Unión Europea y Turquía cuenta con las reticencias de los países miembros que dudan sobre cómo ejecutarlo
No ha sido sencillo, pero finalmente los veintiocho países se han puesto de acuerdo bajo la rúbrica de un mismo documento con Turquía que tratará de contener la llegada masiva de refugiados hasta los países en el continente. Y aunque algunos, como España, han mostrado sus reticencias, amenazando incluso con aplicar el derecho de veto para truncar cualquier posibilidad de fructificación, finalmente todos, incluido los países del Este, muy críticos desde el comienzo con la gestión y la distribución de los refugiados entre sus fronteras, han aceptado aplicar su contenido.
El documento final, resuelto el viernes 18, ha sufrido variaciones como consecuencia de las quejasde los jefes de estado que plantearon dudas acerca de la legalidad de las expulsiones en caliente, contrarias a los Tratados de las Naciones Unidas. El derecho de asilo de aquellos que huyen de la guerra ha tratado de evolucionar en paralelo con una posición, a priori, incompatible: por un lado, la retención de los llegados en Turquía para que no puedan traspasar a territorio europeo y, por otro, el traslado hasta ese país de las personas que ahora se encuentran en algún lugar de la Unión Europea y que no cumpla con los requisitos para la admisión de asilo.
La compatibilidad de ambos conceptos se ha desarrollado basándose en el principio de “país seguro” que es ahora Turquía. Todas las solicitudes de asilo serán “no admisibles porque Turquía es un país seguro”. Eso sí, las Naciones Unidas señalan que cada caso debe ser estudiado y, por ejemplo, si un solicitante de asilo ya en Grecia es rechazada su tramitación, tendrá derecho a recurso.
Estas garantías envuelven un acuerdo que plantea muchas dudas sobre su procedimiento y ejecución real. En la práctica, el intercambio de refugiados no será sencillo y no será ilimitado: en principio, serán 72.000 los refugiados devueltos a Turquía por la Unión Europea a cambio de otros tantos que sí cumplan los requisitos y que se encuentren en el país. Eso sí, Turquía mantiene a más de dos millones y medio de refugiados.
La responsabilidad de la Unión sobre los que se quedarán en Turquía será económica -6.000 millones de euros en total para su mantenimiento-, pero, a cambio, el acuerdo con Ankara incluye la eliminación de los visados a los ciudadanos turcos que quieran desplazarse a los países europeos y la aceleración del proceso de adhesión de Turquía a la Unión. Sobre el primer punto, el presidente francés, François Hollande, se ha mostrado escéptico y plantea restricciones al país y sobre el segundo, el Gobierno de Chipre ha aplicado su derecho a veto: no está dispuesto a facilitar las cosas a un gobierno turco que no reconoce su soberanía.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) también es escéptico. En una entrevista en Hora 25, la representante en España, Françesca Friz-Prguda, aseguró que “el objetivo del acuerdo es reducir muertes y sufrimiento” de las personas que huyen de la guerra, “pero será muy complicado” porque este objetivo combinado con el compromiso de reasentar a las personas, “cómo ser podría ejecutar dentro de la legalidad existente”, se cuestionaba.
En el interior de este documento, quedan ya constatadas las pretensiones de la canciller alemana Ángela Merkel. Pretensiones particulares generadas bajo la presión de la disminución de la popularidad entre sus propias filas del partido democristiano (CDU) tras haber invitado públicamente a que miles de refugiados se acogieran al asilo alemán.
La cancillería buscaba situar una frontera real con el respaldo del resto de los países. Y esa frontera podría –y finalmente será- Turquía. En el mes de octubre de 2015 Merkel se traslada por primera vez hasta Ankara para debatir sobre su plan que incluiría tres mil millones de euros para el país a cambio de hacerse cargo de los refugiados en su territorio. Pero las contraprestaciones no solo iban a ser económicas; también se facilitaría la gestión de los visados a los ciudadanos turcos para la entrada a cualquier país de la Unión y sea aceleraría el proceso de adhesión de Turquía a la Unión. Finalmente, estas tres claves de las conversaciones iniciales se han convertido en las bases del documento final.