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¿Un muro de contención contra el blanqueo?

El sistema Bitcoin podría erigirse, según algunos profesionales de la banca, como un cortafuegos para los delitos financieros. Sin embargo, la ausencia de una normativa internacional homogénea saca a relucir aspectos como la privacidad o la brecha digital, que siguen en el aire

Imagen de recurso con una representación de una moneda con el logo de Bitcoin impreso / Cadena SER

Madrid

¿Podría una moneda descentralizada y sin valor real eliminar la corrupción y el blanqueo de capitales? No de raíz, pero podría ser parte del muro de contención. El Bitcoin empieza a llamar a la puerta. Es una criptomoneda aún en fase de desarrollo que no es propiedad de ningún Estado, administración o empresa; el software que la hace funcionar, llamado blockchain, es abierto y descentralizado; y permite intercambiar dinero de forma pseudoanónima entre un emisor y un receptor sin intermediarios.

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Bitcoin resulta un filón para banqueros e inversores, pero la ausencia de una persona física puede tentar a los negocios ilícitos. Sin embargo, fuentes expertas que prefieren mantener el anonimato, apuntan que, a priori, Bitcoin asegura un control fiscal sobre las operaciones: “Tanto Bitcoin como blockchain permiten hacer un seguimiento de la dirección del dinero, de dónde surge y adónde va. Y el blockchain controla todas las operaciones que se han realizado y en las que ha estado presente una Bitcoin”. Eso también evitaría el uso de una misma moneda dos veces. Macarena Peña, responsable de Desarrollo de Negocio de BBVA, explica que la divisa está compuesta por un número de cuenta que facilita la identificación del usuario. “El pequeño individuo podría intentar cometer fuga de capitales en países con muchas restricciones financieras. Pero es casi imposible que organismos como el crimen organizado lo consigan. No erradicarías al 100% los delitos de fraude, pero sí que los reducirías bastante”.

La privacidad, a debate

Bitcoin es un método pseudo-anónimo por el que se puede rastrear el número de cuenta del emisor y receptor, y por extensión, ponerles nombre y cara. Según Macarena Peña, esto facilita la tarea y garantiza la prevención de grandes delitos económicos. Aunque Peña defiende que los controles a las entidades bancarias “son muy estrictos”, Fonseca va más allá y se pregunta en qué queda la privacidad del ciudadano, a priori, inocente: “Desde el uso de las tarjetas de crédito hasta la posibilidad futura de usar la huella del dedo, todo queda registrado en datos que pasan a disposición de los bancos y quedan ahí. Y nadie garantiza que sean privados del todo. ¿De verdad va a quedar un registro de si alguien se toma una, dos, tres cervezas?”. Y añade que no cree “para nada” que estos nuevos métodos de pago vayan a erradicar por completo el fraude. “Puede que acaben con el trasiego de maletas llenas de dinero, pero de la misma forma que los métodos de pago se modernizan, ya saldrán también nuevas maneras de delinquir”.

Por la comodidad que suponen para el usuario y el freno a la economía sumergida, los métodos de pago electrónicos se hacen cada día más hueco en el bolsillo del contribuyente. Por ello, cuentan con normativas específicas internacionalmente. No así las Bitcoins. Cada país categoriza la divisa y decide si es un activo financiero o una moneda. “Si tienes ganancias en la compraventa de Bitcoins, tendrías que tributar por ello; si lo consideras un bien, se te impondría el IVA correspondiente. No hay homogeneidad y se necesitaría coordinación mundial para gestionarlas”, explica Peña. Por su complejidad, Peña no ve claro que la divisa virtual sea un método de pago asumido masivamente en un futuro por los usuarios de a pie.

Los expertos creen poco probable una desaparición completa del metálico, sobre todo en España, donde la cultura es de cash. En cambio, la implantación del Bitcoin es más compleja en lugares donde la tasa de bancarización no es total. La pelota está en el tejado de las administraciones, según los especialistas. “Al comercio le tiene que salir rentable prescindir del metálico. Por ejemplo, si se bajasen las comisiones por pagar con tarjeta. Existen países donde se abren cuentas a través de un número de móvil”.

Cash contra cashless

En 2015, se registró en Europa una subida del 7% de los pagos que prescinden del efectivo. A pesar de eso, las estimaciones sitúan en un 85% las transacciones al contado, según Citigroup. Y a pesar de ello, la digitalización de medios es un hecho en los países nórdicos, por ejemplo, donde es frecuente ver pagar con tarjeta desde un traje hasta un paquete de chicles.

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El 80% de pagos en efectivo que se realizan en nuestro país elevó la economía sumergida a casi una cuarta parte de nuestro PIB en 2014. Según el Banco Central Europeo, España es el país que más tira de calderilla junto con Alemania. El 20% restante son pagos con tarjeta de crédito o débito.

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El cash supone sólo el 2% del PIB, e incluso los donativos a la Iglesia se hacen a través del móvil. En 2013, la prensa local se hizo eco del caso de un ladrón que se fue con las manos vacías al intentar atracar un banco que ya no distribuía dinero físico. El 95% de la población utiliza tarjetas o contactless para transacciones, y se ha reducido 13 veces la cantidad de efectivo en circulación en seis años.

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La tasa de pago en papel es del 6%, que provoca que la economía sumergida cueste al Gobierno poco más de un 14% del PIB. Un 95% de los noruegos usa tarjetas o móvil para pagar; hasta hay una iniciativa caritativa que distribuye lectores de tarjeta a muchos mendigos que venden periódicos en la calle.

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Es el primer país en poner fecha de caducidad al dinero contante y sonante: 2030. Paradójicamente, un 25% de la población sigue usando el efectivo como método de pago, pero desde el mes de enero de este año, algunos restaurantes, gasolineras y tiendas de ropa han empezado a prohibirlo. Otro 40% de los daneses paga a través de MobilPay, una plataforma creada por el Banco Central de Dinamarca que conecta el móvil a la caja por Bluetooth.

¿Y quién se acuerda de la brecha digital?

Un informe de PwC de 2015 publicó que las ventajas del pago electrónico en todas sus variantes –incluidas las Bitcoins- excluirían a la clase más desfavorecida por no tener acceso a la tecnología que las sustenta. “Hay una relación directamente proporcional entre el desarrollo de una economía y el uso de medios distintos del efectivo”, asegura el estudio. Y sitúa a África y Norteamérica como polos opuestos.

Por el contrario, Rodrigo García de la Cruz, del Instituto de Estudios Bursátiles, asegura que ha sido precisamente el continente africano el que está a la cabeza del mundo en transacciones por mensajería instantánea. “Por ejemplo, en Kenia, más de la mitad de la población usa una aplicación telefónica para pagar facturas desde el móvil”. En cuanto a España, especialistas del gremio creen que “no será una cuestión tecnológica lo que impida que se pueda llevar a cabo una desaparición de dinero en efectivo, aunque a largo plazo sea bastante inimaginable”.

Jorge Fonseca, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid y miembro de la Campaña por Impuestos en las Transacciones Financieras, se muestra, en cambio, preocupado por esta posibilidad. Aunque la contempla también lejana, cree que los métodos electrónicos, incluido Bitcoin, supondría que los bancos manejarían mayor cantidad de capital. “Todo el dinero quedaría digitalizado, con lo cual, el control de las entidades bancarias sobre cualquier actividad, por pequeña que sea, sería total. Ya nadie podría tener un billete en la mano sin que su banco lo supiera. Yo no conozco ninguna transacción en la que un banco no haya estado implicado directa o indirectamente”.

En los países nórdicos, el Gobierno ha facilitado medios a los más desfavorecidos para que no se queden aislados en la transición del papel a los bits. Pero en opinión de Fonseca, “en países de Latinoamérica, África e incluso el sur de Europa, todo eso conlleva un gasto alto. Así que las clases bajas quedarían probablemente aisladas y tendrían dificultades para acceder a su dinero”.

 
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