Necesidad

Madrid

Era un chascarrillo propio de las madres de nuestros abuelos, allá en los tiempos en que la vieja política era una novedad. Cuando un niño recibía un encargo que no se creía capaz de realizar, le recomendaban que llamara a la Señora Necesidad, porque ella le enseñaría. Sánchez e Iglesias son demasiado jóvenes para haber escuchado este cuento, pero se diría que es la mismísima Señora Necesidad quien guía sus pasos hacia la formación de un gobierno. Al final, sobre las escenificaciones y las cábalas, por encima de las sumas y las restas, se impone la necesidad de que no se convoquen en junio unas elecciones de las que ambos temen salir malparados.

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En la lógica de la actualidad, su necesidad de entenderse es obvia. La actitud del gobierno, que sigue actuando como si estuviera respaldado por una mayoría absoluta, y la presión que ejercen las encuestas, tan influyentes como si no se hubieran equivocado estrepitosamente tantas veces, exigen un acuerdo inmediato.

Pero más allá de lo que nos induce a pensar, a creer, la machacona insistencia de los medios que, al igual que el candidato, equiparan el reformismo con el progresismo, yo pienso en la reforma laboral, en la ley mordaza, en el contrato único, y me pregunto si de verdad es un bien tener gobierno a cualquier precio. Me respondo que no, pero no me hagan mucho caso, porque desde hace algún tiempo me temo que soy una española ficticia. Quienes piensan como yo, no llegan ni siquiera al cero coma de porcentaje en los sondeos.