El baño que se limpia solo en pleno vuelo

Madrid

Admitámoslo, viajar en avión no es todo lo cómo que podría ser. Y no es solo una cuestión de los vuelos de bajo coste y sus asientos que no se reclinan. Tampoco es solo la larga travesía desde que uno sale de casa hasta que llega a la puerta de embarque, si es que no la cambian en el último momento a la otra punta de la terminal. Las incomodidades se suceden también con compañías tradicionales, a las que pagamos un generoso precio por volar. Pero, afortunadamente, la ingeniería sigue intentando que, al menos, no lleguemos al destino como un muñeco sin articulaciones al que se le escucha crujir el cuerpo en cuanto empieza a caminar.

Y en mundo en el que todo tiene premios, los avances para los aviones no iban a ser menos.

Se llaman Crystal Cabin y podríamos caer en el tópico de que son los Oscar del interiorismo de aviación. De hecho, ya hemos caído. En definitiva, son unos reconocidos galardones que en esta edición han premiado, por ejemplo, al baño que se limpia solo. Ya tiene delito que no seamos capaces los humanos de limpiar nuestra propia suciedad en un espacio compartido, pero ese es otro asunto.

También han premiado unos asientos que tienen dos posiciones. La primera, la normal de toda la vida; la segunda, una en la que, sin llegar a estar de pie, podemos estirar las piernas. Una sencilla forma de evitar el efecto tobillos como botijos del que con relativa facilidad se puede salir de un avión.

Hay además una buena noticia para los que pueden permitirse viajar en primera clase. También hay proyectos para que sus asientos sean cada vez más privados, prácticamente como una habitación de hotel. Hay que viajar cómodo, sobre todo si es una larga travesía como, por ejemplo, a Panamá.