La hipocresía del Vaticano

Madrid

Después de 15 meses de espera, Francia ha retirado a su embajador del Vaticano al ser rechazado por su condición sexual, por ser homosexual.

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Para medir la hipocresía católica recordemos antes de nada que el Papa ha dicho que quién es él para juzgar a los homosexuales, ha pedido tolerancia con ellos, les ha animado a que se confiesen. Aunque supongo que el problema de un gay católico no es acudir a confesarse, que lo hará, sino tener que incluir entre sus pecados a su novio.

Dios, como el PP, también dice cosas en público mientras hace otras en privado. Pero puestos a ser injustos con el rebaño, a separar las ovejas malas de las buenas con arbitrariedad, puestos a estigmatizar a un grupo por el color de la lana, la Iglesia debería de tener al menos la decencia de hablar claro. Porque el método utilizado por el Vaticano para menospreciar a una persona homosexual ha sido el silencio. No le han dado el plácet al embajador durante quince meses. Lo han dejado estar. Se han callado señalándolo con el dedo mientras se subían a la mesa espantados, como cuando entra en casa un insecto gigante.

Ésa es toda la valentía moral con la que se pueden defender unos principios fallidos para el ser humano. Y es también toda la valentía de Francia, que ha retirado a su embajador suponemos que para enviar a uno que se enamore de la gente correcta. De alguna forma, Francia imita a Italia con el Islam, le echa por encima una sábana a su embajador gay y lo retira como una estatua del Vaticano, el mismo Vaticano que cree que los obispos no están obligados a denunciar los abusos a menores, pero sí cuando los adultos tienen sexo consentido.