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30 ANIVERSARIO | Chernóbil

La condena de vivir siempre amenazados

Se cumplen 30 años del peor accidente nuclear de la Historia, el de la central nuclear de Chernóbil. A la contaminación causada por la catástrofe se une la falta de seguimiento a los cientos de miles de personas afectadas o que todavía viven en zonas con alguna radiación

Un trabajador alimenta caballos en la Reserva Radioecológica Estatal dentro de la zona de exclusión a 30 kilómetros del reactor nuclear de Chernóbil / TATYANA ZENKOVICH (EFE)

Un trabajador alimenta caballos en la Reserva Radioecológica Estatal dentro de la zona de exclusión a 30 kilómetros del reactor nuclear de Chernóbil

Madrid

Conviven con la radiactividad, como una espada de Damocles que se cierne de forma permanente sobre sus cabezas. No pueden marcharse a otro lugar porque su situación económica no se lo permite, ni reciben ayudas para hacer las maletas y empezar una nueva vida lejos de la contaminación. Superado el miedo inicial, las medidas de autoprotección se relajan y tratan de hacer vida normal. Incluso sabiendo que las enfermedades asociadas a la radiación, como el cáncer, han aumentado entre la población y se siguen llevando muchas vidas por delante.

La responsable de la campaña de energía nuclear de Greenpeace, Raquel Montón, ha asegurado en el informativo Matinal SER, que "a día de hoy, un millón y medio de personas siguen viviendo en zonas declaradas con algún tipo de restricción, ya sea económica o de contaminación. Las personas con menos recursos económicos, como pasa en todos los lugares, no han podido abandonarlas, o llevan viviendo en ellas desde el accidente. Y tanto los que resultaron contaminados inicialmente como los que ahora mismo consumen los productos, tanto de ganadería, como de setas, pastos o cereales de aquel lugar, viven en una permanente contaminación".

Greenpeace denuncia que los datos sobre la salud de las personas siguen siendo insuficientes. No obstante, se ha observado un aumento de las tasas de cáncer. Según la organización ecologista, se han incrementado los casos de tiroides infantil, el cáncer de mama o leucemias. También en los niños que han nacido mucho después del accidente. Raquel Montón apunta que hay otro dato añadido, al que no se le ha concedido la suficiente importancia, y que se refiere a los trastornos de salud mental que está padeciendo la población. "Estoy hablando de estrés postraumático, depresiones, ansiedad... que afectan indudablemente a la calidad de vida de las personas de manera muy severa. Hasta ahora no se contemplaban, y ahora empiezan a contemplarse en todos los ámbitos. Y en el caso de una zona con un accidente nuclear es algo muy, muy relevante".

Los casos están ahí. La población los observa. Hablan por sí solos. Pero el seguimiento oficial, el que ofrecería esos datos negro sobre blanco, con cifras, nombres y apellidos, no se ha realizado. Según Greenpeace, los chequeos no se han hecho ni siquiera a las 44.000 personas que participaron en las labores de limpieza tras el accidente nuclear. No hablemos ya de los 150.000 evacuados, ni del millon y medio de personas que han seguido viviendo en zonas con alguna restricción y que llevan 30 años conviviendo con la radiación, aunque sea en niveles bajos. Raquel Montón dice que "no tenemos información clara, ni amplia, ni concreta, sobre qué está pasando. A pesar de eso, con los estudios parciales que se hacen, organizaciones como la OMS u otras sí dicen que 'no pasa nada', que 'sólo ha habido equis muertos'. Ni una cosa ni la otra. Hace falta tener la información completa para saber lo que pasa y, sobre todo, para tener información de cómo actuar en el presente y en el futuro. Pero, desde luego, no se pueden utilizar estudios muy, muy parciales, para dar datos absolutos, como se están dando".

Con esta perspectiva, mirar al futuro es descorazonador. La organización Greenpeace pide que a las personas afectadas, tanto a las que recibieron la radiación como a las generaciones posteriores, se les facilite una atención sanitaria y un seguimiento permanente. Y también, que puedan elegir si no quieren vivir allí, en esas zonas de riesgo. "Los fondos para ayudar a las personas fueron retirados en Ucrania ya desde el año 2005. Y, según se va olvidando este tema en la sociedad y en los medios de comunicación, también disminuyen las ayudas políticas y económicas. También es grave que la central nuclear de Chernóbil necesite un segundo sarcófago para contener la radiactividad, que se está construyendo con unos fondos que empiezan a escasear. Un accidente nuclear significa que, para el resto de nuestras vidas, necesitaremos poner unos recursos económicos para cubrir estos asuntos. Y no se están poniendo. Esto es un gravísimo problema", apunta Montón.

Carlos Cala

Carlos Cala

Empieza en la radio en 1992, en la emisora de la Cadena SER en Morón de la Frontera, trabajo que simultanea...

 
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