Los tentáculos de las mafias del este

Madrid

De sangre fría, entrenamiento militar y rifles AK47 está hecho el cóctel que las mafias del este usan para operar en nuestro país. No son asesinos en serie ni psicópatas diagnosticados, son ciudadanos del este que un día decidieron empuñar las armas para huir de la miseria. 

El periodista e investigador Carlos Quílez nos introduce en el crudo mundo y el modus operandi de las mafias albanokosovares, atraídas por el clima, las laxas leyes y las confortables cárceles, eligen España como territorio de caza y expolio.

LA HISTORIA DE SASHA

Nuestro protagonista se llama Sasha. Tiene la mala suerte de haber nacido en un país arrasado por la guerra. Encarcelado en Albania por crímenes menores, ve como única salida ingresar en las filas de los Blaqqu, una poderosa mafia con tentáculos por toda Europa.

Los Blaqqu sólo es una más de las casi 20 bandas de albanokosovares que están asentadas en España. Aunque dirigen sus operaciones desde Madrid y Barcelona, sus ramificaciones llegan a todos los puntos de la península.

Sasha no era mayor de edad cuando perpetró su primer golpe en Barcelona. Tardó muy poco en dejar un rastro de sangre allá por donde pasaba. Le gustaba infundir miedo. Eso le hacía sentir poderoso. No le importaba amenazar, agredir o matar con tal de coger lo que quería, ya fueran joyas, coches o dinero.

Era frío y brutal. No tardó en ascender y ganarse la confianza de sus superiores. Pronto lideró su propia banda. Pero sabía que, en el estricto código de honor de su nueva familia, no había espacio para errores. Y no olvidaba que, muchos de esos errores, se pagaban con sangre.

FUNCIONAMIENTO

Las bandas de albanokosovares funcionan como mini ejércitos interconectados entre sí. Actúan en pequeñas células y siembran el terror aplicando una violencia extrema. Entre sus filas se encuentran excombatientes de la guerra de Kosovo o desertores del ejército albanés. Equipados con armas de asalto y material bélico diverso, perpetran sus golpes usando tácticas militares avanzadas.

Aunque están centrados en asaltos a chalets de alto standing y empresas, en los últimos años se han introducido en el tráfico de estupefacientes. Poco a poco, sus raíces en territorio nacional, son más y más profundas.

Hace 20 años, la presencia de estas bandas era puramente testimonial. Pero actualmente, son muchos los jóvenes que abandonan Albania para hacer carrera en el crimen organizado y empuñar un rifle automático. No tienen nada que perder, a su triste parecer, una vida de delincuencia en Albania siempre será más miserable que pudrirse en cualquier cárcel española. A día de hoy, 7 de cada 100 presos en las cárceles españolas son albanokosovares. La cifra aumenta año a año. No sólo entre rejas, sino también en las calles.