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30 años de Chernóbil

Superviviente: “En la calle en la que vivía yo, todo el mundo tiene algún muerto”

Se cumplen 30 años del mayor desastre nuclear de la historia, el de Chernóbil, una de las supervivientes cuenta como lo vivió y como sigue afectando a su vida

Barcelona

Se cumplen 30 años desde que las autoridades rusas anunciaran a los vecinos de la localidad de Pripiat, a solo 3 kilómetros de la central nuclear de Chernóbil, que abandonaran sus casas, cortaran electricidad y agua y lo dejaran todo. Habían pasado 36 horas del mayor accidente nuclear de la historia. Hoy se cumplen 30 años de ese desastre, y esta mañana en Hoy por hoy con Gemma Nierga, Javier Gregori, especialista en Ciencia y Medio Ambiente de la Cadena SER nos ha recordado qué fue lo que ocurrió.

"Nos dijeron que era un incendio"

19:48

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“Se iba a realizar un ensayo, en esta central que era relativamente moderna, pero el ensayo se retrasó y el equipo de noche no estaba preparado, tampoco el ingeniero jefe que desgraciadamente murió en el accidente. Entonces lo que iba a ser un ensayo se convirtió en un desastre. Se encadenaron varios errores que terminaron con la explosión del reactor número 4, generando una enorme nube radiactiva que recorrió la mayor parte de Europa y que afectó principalmente a Rusia, Bielorrusia y Ucrania”.

Se sabe exactamente que fueron 31 las personas que fallecieron directamente por el accidente nuclear, pero según la Academia de Ciencias Rusa más de 200000 personas han muerto por causas relacionadas con la catástrofe. Además, se calcula que cinco millones de personas siguen viviendo en zonas afectadas por la radiación.

Svieta Shmagailo, superviviente del accidente nuclear de Chernóbil

Svieta Shmagailo, superviviente del accidente nuclear de Chernóbil / Cadena SER

Svieta Shmagailo, superviviente del accidente nuclear de Chernóbil

Svieta Shmagailo, superviviente del accidente nuclear de Chernóbil / Cadena SER

Para Gregori, “lo peor es que el sarcófago que se construyó a toda prisa con cemento y hormigón para evitar y contener la catástrofe, sigue con problemas y ya ha habido dos derrumbes, el último en el año 2015. El nuevo sarcófago, que le llaman Arco todavía no estará listo hasta noviembre y ha costado más de mil quinientos millones de euros a la Comunidad Internacional”.

Para Raquel Montón, responsable de la campaña antinuclear de Greenpeace, “la financiación de Arco no está asegurada”, además, ha añadido que “luego tendrá que ser el gobierno ucraniano quién se ocupe del mantenimiento del sarcófago”. Para esta activista, ni “Chernóbil ni Fukushima están solucionados", “un desastre nuclear nunca termina, y solo nos acordamos cuando hay un aniversario”, ha declarado en la SER.

En cuanto a la polémica de las centrales nucleares en España, Raquel Montón ha asegurado que “con no prolongar las licencias actuales de las centrales nucleares, tendríamos ya el cierre nuclear sin ningún problema económico, técnico o jurídico”.

En el 30 aniversario del mayor accidente nuclear de la historia hemos querido hablar con una de las supervivientes de Chernóbil, Svieta Shmagailo. Cuando tuvo lugar el accidente, Svieta tenía 12 años, recuerda de aquel día “que hacía buen tiempo, y que por la noche se escuchaban y se veían muchos coches y personas militares”.

“No sabíamos lo que pasaba”, ha contado, “nos dijeron que era un incendio”. Nadie en la zona supo que ocurría hasta después de unas semanas, de hecho se mantuvo la agenda de celebraciones, pero sí se les dijo que no salieran de casa, que se ducharan con frecuencia, y además les dieron pastillas de yodo para evitar efectos de la radiación.

La vida después de la catástrofe fue difícil, y lo sigue siendo para ellos, “cada dos años tenemos que hacer una revisión de radiación, y cada vez que vamos esperamos que no nos digan que tenemos cáncer” ha contado, además, Svieta ha dicho que “en la calle en la que vivía todo el mundo tiene algún muerto o enfermos” en su familia.

Ella se adentró con su marido en 2001, por primera vez, en la zona prohibida de 30 kilómetros y para ella, “es como una zona muerta, sin vida, donde el tiempo no ha pasado”. La realidad es que las consecuencias de la catástrofe aún hacen mella, incluso los niños siguen naciendo con problemas, y como dice Svieta, “por un error, nuestras familias no pueden tener futuro”.

 
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